“No me gusta cocinar” es una frase cuestionable, una afirmación que, en muchas ocasiones, se acompaña de “ni me interesa aprender”. A veces resulta incomprensible que las personas se refieran de tal manera a la acción relacionada con la satisfacción de una de las necesidades más importantes del ser humano: la alimentación.
Comer es una necesidad natural; imposible permanecer ajenos a ella, porque es el propio organismo el que se encarga de recordarnos que es la hora de ingerir los alimentos.
No se sabe con certeza –todo lo que hay al respecto son suposiciones– en qué momento el hombre primitivo descubrió que la carne, colocada sobre las brasas o cerca de ellas, tenía mejor sabor, además de “una consistencia más suave y más fácil de digerir que la cruda”.
Luego se hizo práctica, con la carne y otras provisiones a su disposición en una naturaleza bondadosa, sin contaminaciones ni escaseces. Está claro que a lo largo de la historia fue evolucionando la forma de procesar los alimentos, de la misma manera que se fue convirtiendo en la tradicional tarea —o deber— de las mujeres. ¿En qué punto de la historia comenzó? Los patriarcas saben.
Pero la vida nos demuestra que cocinar es un acto de amor —dicen que este sentimiento entra por la cocina—, por uno mismo y por los demás. En Cuba es costumbre que las abuelas se esmeren en preparar una deliciosa receta para sorprender a la familia, en especial a los nietos, y el momento de degustación se vive como un acto de alegría colectiva.
Una mirada breve al entorno hogareño denota que la cocina es el área más concurrida, o al menos de la que más pendientes están todos. ¿Quién no disfruta esos amaneceres en que alguien lleva a nuestra cama una tacita de café recién colado? ¿O cuando nos llaman —justo desde la cocina— para decirnos que ya está listo el desayuno, aunque sea una rodaja de pan con una taza de té de moringa?
Es evidente que, como cualquier actividad que realizan los humanos, esta es una que puede no gustarle a todos de la misma manera, pero practicarla hace mucho bien. El actor Gerard Depardieu, dueño de más de un restaurante en París y amante de la buena cocina y el mejor vino, ha afirmado que “cocinar no es tan difícil. Cada persona tiene su gusto, aunque no se den cuenta. Todos podemos entender la diferencia entre lo que sabe bien y lo que sabe mal”.
De igual forma, el famoso chef Jean-François Trap asegura que “solo disfrutamos de la cocina cuando se aprende lo básico; un poco como aprender a bailar o tocar un instrumento. Tienes que memorizar los pasos y dominar las escalas antes de divertirte cocinando un plato”.
Tal vez sea esto lo que les falte entender a quienes no saben ni freír un huevo, porque esa falta de habilidad culinaria puede ser un inconveniente en cualquier momento de sus vidas.
Un poco de Cuba en la cocina
La chef, maestra, escritora de libros de cocina y presentadora de televisión, Nitza Villapol Andiarena, legó a Cuba una amplia bibliografía. De su Cocina al Minuto aquí les van algunos detalles sobre el arroz:
Arraigado en nuestro patrón alimentario durante siglos, para muchas personas en nuestro país, el arroz es símbolo de comida. Cuando no hay arroz, el resto de lo que se come no parece alimento y siempre quedan psicológicamente insatisfechos, aunque desde el punto de vista nutricional lo consumido haya sido adecuado […] Como cualquier otro cereal, el arroz es un alimento energético, que nos proporciona además proteína de origen vegetal y algunas vitaminas y minerales.
Nuestro arroz, llamado comúnmente “de la tierra”, que no es totalmente descascarado ni pulido, y una vez cocinado, no queda muy blanco y desgranado, es nutricionalmente superior a las variedades descascaradas y pulidas, por la cantidad de nutrientes que pierden en el proceso.
Nutricionalmente, y en la práctica diaria, el arroz puede ser sustituido por otro cereal, y también por las viandas, aunque el valor de estas en proteínas es inferior al de los cereales.
La receta
Arroz blanco
Existen muchas variedades y calidades de arroz, según el grano. Es diferente también la proporción de grados partidos en cada uno de ellos. Todo influye en el arroz cocinado y listo para servir.
Por eso, el arroz blanco desgranado, aunque es uno de los alimentos más fáciles de cocinar, resulta al mismo tiempo difícil de enseñar a preparar correctamente sin botarle el agua. Cada vez que cambia la calidad del arroz, lo más probable es que cambie la proporción de agua por taza del cereal.
La mayoría cocina bien con esta proporción:
Ingredientes:
1½ tazas de agua
1 taza de arroz
1 cucharadita de sal
1 cucharada de grasa
Preparación:
Echa el agua, la grasa y la sal en la cazuela y ponla a hervir. Cuando rompa el hervor añade el arroz ligeramente lavado. Cocínalo tapado y bájale la candela cuando el grano esté blando, pero no seco, para que no se pegue. Cuando al revolverlo se vea blando, desgranado y seco, ya está listo.
¿Cómo usar hoy el arroz que te sobró de ayer?
Las carencias han sido siempre madres de la inventiva. No hay que pensar a gran escala; en nuestros hogares inventamos todos los días, por lo que se ha hecho práctica guardar cada poquito que nos queda en la cocina. De este modo te doy una sugerencia que practico bastante en casa.
El poco de arroz que has guardado puedes “estirarlo” con un buen potaje de chícharos u otra legumbre; pero no, hoy quieres cambiar el menú, para lo cual sacas el arroz de la nevera y lo colocas en una cazuela, preferentemente llana y dejas que comience a calentar a fuego mediano. Buscas las salsitas, el poquito de picadillo, la mitad de un perrito y un huevo que convertirás en revoltillo.
Lo mezclas todo de forma homogénea y lo dejas unos diez minutos a fuego lento, mientras cortas bien finas unas hojas de cebollino, que le darán un sabor perfecto a tu nuevo “invento”. Lo tapas y lo retiras de la candela. Puedes dejarlo reposar de tres a cinco minutos, para que el cebollino haga su parte en el sabor.
Si los interesados en esta sugerencia no quedan satisfechos con el color de la mezcla, pueden adicionarle un poquito de agua de azúcar quemada, que también proporciona una apariencia apetecible. Les adelantamos que, del arroz, seguiremos hablando, porque es plato básico en la comida cubana y porque tiene muchas variedades y diversas formas de preparación.