Juan Antonio Cárdenas Isasi

Pocos atletas conquistaron en su vida activa siete medallas de oro, tres de plata y cuatro de bronce en Juegos Paralímpicos y Parapanamericanos. Es el caso de Juan Antonio Cárdenas Isasi, quien durante más de una década representó a Cuba en los principales eventos para personas que padecen de hipoacusia (sordos).
En su extraordinario paso por las pistas del mundo derrochó energía, previa preparación, en las especialidades más rápidas: 100 y 200 metros lisos, además de los relevos de 4×400.
Es uno de los más sobresalientes deportistas de ese universo, sin que sus hazañas trascendieran lo suficiente, y mucho menos que, antes de practicar el deporte rey, alcanzó la categoría de cinturón negro primer dan, en judo. Inició esta última actividad con apenas siete años, cuando sus padres, conocedores de su padecimiento, decidieron que esto no era impedimento para entrar al tatami, con idénticas posibilidades que los niños convencionales. El tiempo les dio la razón al escalar altos niveles.
No obstante, es en las pistas, a las cuales decidió entregar su estirpe y fortaleza, donde obtuvo los mejores resultados. Sus cualidades como velocista fueron descubiertas por el profesor Roberto Silveira, en la escuela de sordos a la que acudía, y comenzó su práctica.
“Como me gusta leer desde pequeño, por el periódico Granma supe que personas como yo podían someterse a una eliminación y clasificar para los Juegos Paralímpicos de Bulgaria, en 1993. De inmediato partí para La Habana.
“Realicé las pruebas en ambas velocidades e hice los tiempos exigidos. Para mí no resultó difícil, pero muy pocos lograron el objetivo. En la cita europea logré el quinto lugar en la distancia más corta, con un registro de 11:30 segundos. Para nosotros, incluyo al entrenador, fue como alcanzar medalla”.
Vale aclarar que las Paralimpiadas para sordos no se ejecutan en idéntico ciclo que los discapacitados físicos, ni ciegos.
Dos años después, en el certamen Parapanamericano de La Habana-1991, Juan Antonio mejoró entre los de su categoría: logró el título con tiempo similar al de Sofía, la capital búlgara. En 200 m llegó tercero a la meta, pero hubo desquite en el relevo 4×400, en el que la posta cubana detuvo los relojes en 3:26:10 y conquistó el metal dorado e impuso marca continental.
Luego vendrían numerosas jornadas en las que nuestro protagonista tuvo más luz que sombra, y su brillo hizo que exhibiera la Enseña Nacional ante aficionados de Argentina, Venezuela, Italia, Australia, etc.
Precisamente, en los Juegos Olímpicos efectuados en esa última nación, en el 2005, archivó una presea de plata en el 4×400, con marca nacional de 42:40:00; mientras que en lo individual se llevó el bronce en 200 m.
“Encontré en cada lugar a magníficos corredores, por lo que mi preparador insistía en los aspectos técnicos, desde la salida, movimientos de piernas y brazos, y la llegada. No hacer lo correcto podía costar el gasto en energía y sudor de largos meses de sacrificio para mantener un buen estado físico”.
En Cuba, este atleta de armónicos movimientos en la pista no tuvo rivales. El acumulado de 13 títulos y ocho subcampeonatos dan fe de su actuación sobresaliente, entre los iguales en cuanto a su padecimiento.
“Sea discapacitado o no, el deportista debe consagrarse. No hay otra forma de llegar a lo más alto. Me siento orgulloso de haber respondido a la confianza de quienes me formaron”.
Luego de casi dos décadas activo, dijo adiós al atletismo y su estela triunfal es ejemplo para los jóvenes, “porque lo que vale es intentarlo”.

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