Responsabilidad: palabra de orden frente a la Covid 19

Hace alrededor de diez meses que una pandemia sin igual cambió la vida en el planeta; pero, ante esta realidad, muchos hombres y mujeres de mi país salen en defensa de la humanidad, a veces sin darle al estómago el café de los buenos días o desafiando las inestables contingencias del tiempo.

Lo cierto es que la situación del coronavirus se torna tensa. La cifra detectada a diario es alarmante y aunque para muchos resulte «lo mismo con lo mismo» con aires de «teque», de continuar el incremento de casos —y escuche bien— la provincia de Matanzas no escapa de continuar su retroceso en el enfrentamiento a la pandemia. Al tiempo que se orientan estrategias inmediatas a fin de cortar esas telarañas indeseables tejidas, en su mayoría, por el irrespeto a lo establecido.

Así un día y otro, también en municipios, sin tregua, con mínimo tiempo destinado al descanso. Y ante este panorama provocado por las acciones de indisciplinados ¿usted qué ha hecho para proteger y protegerse?,  ¿cuál es su nivel de desafío o coqueteo con el riesgo?, ¿usa el nasobuco correctamente?, ¿o es de quienes olvidan el distanciamiento en las colas y se suman a la molotera para agregarle más complicidad al entorno?.

Haga un alto, piense en los que realizan las pesquisas por las barriadas con el objetivo de detectar presuntos afectados o sospechosos, incluso de esas arbovirosis con alza en los últimos tiempos. En ello están inmersos los estudiantes de la Universidad de Ciencias Médicas y otros colaboradores, a quienes no siempre le tributamos la información real ni le prestamos la importancia que tienen para atenuar la situación sanitaria de la provincia y la del municipio jagüeyense en particular.

Piense en ese personal de Salud y de otras instituciones de apoyo que se ha batido en las zonas rojas sin pensar en posibilidades de contagios; en los galenos que no pudieron besar a sus hijos porque cumplieron una etapa anterior de aislamiento y en los tantos impedimentos que les ha traído desplegar esta labor para frenar la pandemia.

A ello agregue los gastos considerables de una economía nada saludable; reflexione sobre los esfuerzos de un grupo de organismos e instituciones que han apoyado incondicionalmente el enfrentamiento a esta odisea y, muy en especial, piense en quienes, desde otras tierras, enaltecen el nombre de Cuba a favor de semejantes con derecho a la vida.

Actuar en busca del bien, desterrar negligencias e indisciplinas que llevan a festines y a virarles la espalda a los protocolos porque nos sentimos inmunes, depende hoy de algo tan valioso y necesario como lo es la conciencia.

Echemos una mirada atrás. ¿Cuántos hogares sienten la pérdida de uno de los miembros de la familia? ¿Qué respuesta darle a ese pequeño que pregunta por su abuelo o abuela, o quizás hasta por alguien más joven, cuando aprecie un sitio vacío en la mesa que nunca más será ocupado? ¿Por qué cohibir a los niños del derecho de desplegar sus sueños, de empinar el papalote o de asistir normalmente a su escuela, por las irresponsabilidades de algunos?

Si bien sobre las familias recae el peso en cuanto a la exigencia cotidiana, también las organizaciones del barrio y las autoridades tienen su cuota en el cumplimiento de lo estipulado.

En las manos de todos y en nuestra manera de actuar estarán las acciones vitales para decir: ¡aléjate, COVID, yo soy responsable!

 

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