Los miedos y el valor de Luis David (+Fotos y Video)

Fotos: Omara García Mederos

Por su tamaño y el tono de su voz queda nadie calcula el valor de este ser humano, un hombre joven, socorrista voluntario de la Cruz Roja Cubana, quien afirma que para llegar hasta esos lugares donde la muerte y el dolor se comparten hay que tener miedo.

Luis David Castillo Corrales es natural de Mantua, en la provincia de Pinar del Río, pero desde el año 2008 anda por Matanzas, la ciudad que vivió en los últimos días el accidente más grande de su historia. El integra el Grupo Especializado en Operaciones y Soporte (Geos) y fue de los primeros en llegar a la base de supertanqueros, en la zona industrial, cuando una descarga eléctrica provocó el incendio.

Lo dejamos hablar, narrar los momentos más duros, la experiencia que no quiere tener, el dolor por los que no pudieron arrebatar a las llamas, este joven, como los bomberos, los pilotos, los trabajadores de la Empresa Comercializadora de Combustibles de Matanzas, los directivos todos que estuvieron pegados a la candela, son los protagonistas-héroes de estos días.

“Judith, es la jefa, ella activó el grupo y dijo que en cinco minutos había que estar en los almacenes donde guardamos los equipos, en la casa tenemos equipo ligero que nos sirve para ofrecer primeros auxilios; pero en el almacén están los equipos pesados para grandes magnitudes de incendio, camillas y otros avituallamientos».

David, como prefiere que le nombren, habla bajito, tanto que hay que acercar bien la grabadora, todavía tiene los ojos encendidos, y trata de disimular las quemaduras en las orejas y el cuello.

“Estuvimos bien cerca de los tanques, buscamos vías de escape, el viento estaba fuerte, avivaba el fuego, el agua le daba más oxígeno, supimos que era malo lo que estaba sucediendo, se demoraba el tiempo en que se le echaba agua y volvían a echar».

“Estábamos asustados, sabíamos lo que veíamos venir, teníamos miedo, para hacer lo que hacemos hay que tener miedo, es la única manera de manteneros vivos, de plantar los nervios en el piso, en el bolsillo, si nos guiamos por el entusiasmo del primerizo, ese nos mata».

“Éramos ocho personas, la aptitud de la jefa del grupo siempre es igual, ella es la primera en entrar y la última en salir, ella es líder, buscamos lugares del terreno para salir en contra de la dirección del viento, queríamos sacar a todas las personas, los que estaban allí, había jefes, soldados, trabajadores de Cuba Petróleo (Cupet), mujeres, sucedió lo inevitable, fue el dolor más grande que sentimos en ese momento, por desgracia colapsó ese tanque por segunda ocasión».

“Se levantó un hongo no muy alto, casi pegado a la tierra, la llamarada absorbió la mayor cantidad de oxígeno posible, nos dejó sin oxígeno por un par de segundos, lo sentí cuando salimos, botó grandes llamaradas de calor, vimos cómo se rajó el tanque, vimos como ese crudo le cayó encima a nuestros propios compañeros, sepultados, no pudimos hacer más nada por ellos, no se podía buscar a nadie, no se podía salir, y si queremos seguir salvando personas, tenemos que mantenernos vivos…«.

“Los nervios tienen que estar más tranquilo posible en esas situaciones, aunque parezca inhumano, es lo más humano posible, corrimos, en el tramo recogimos personas, nos estaba quemando el fuego, la radiación del vapor que es más peligroso, son más de mil grados de temperatura en menos de dos segundos, sentíamos como nos estaba quemando la piel, el casco de la jefa lo derritió como si fuera una panetela en un horno de más de 100 grados, es un milagro que no se le haya quemado la cabeza».

“En el caso mío me quemó el cuello, me quedé con la piel en las manos, la solté y seguí, volví a virar, se nos quedaba una compañera detrás, Tarema, ella está en un hospital de La Habana con grandes quemaduras, en la piel, a flor de piel pero grandes, ella es más gruesa, pero muy rápido corrió, la logramos incorporar al grupo de nosotros, y sacamos más personas, las temperaturas eran más fuertes y los enterramos en la yerba verde que había allí, por suerte no era seca, sino nos hubiéramos quemado».

“Volvimos, que fue cuando nos requemamos, montamos en una camioneta a siete personas, entre ellos en mal estado, oficiales del Ministerio del Interior, un teniente coronel, un Mayor, un trabajador de Cupet, estaba vomitando por la radiación que crea un desbalance en el organismo».

“Cuando llegamos a la casa de campaña principal, los compañeros nos daban por muertos, el grupo tiene esa meta que se cumple siempre por encima de quien sea y de lo que sea, entramos todos y salimos todos, somos una familia, y es así como nos podemos salvar unos a los otros, nos damos tratamiento, así es como entramos a hacer las operaciones que haga falta”.

Luis David se recupera de las quemaduras, duró una semana extinguir el fuego, un grupo de expertos forenses, de medicina legal, peritos de criminalística y de otras especialidades encontraron ya restos, y siguen en la búsqueda incesante de los que no pudieron salir de ese combate cuerpo a cuerpo con las llamas del incendio más grande en la historia de Cuba. (Por: Bárbara Vasallo / ACN)

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