Estampas del Sol naciente: Los ojos de Laina(+Video)

Laina Pérez tendrá dos oportunidades más en Tokio. Foto: Elio Mirand/Alma Mater.

Laina Pérez tiene los ojos grandes y redondos, como si no le alcanzaran para ver las dianas que desde hace años forman parte de su vida. Sus pupilas son expresivas, de esas que no necesitan mucho esfuerzo para transmitir sentimientos y que a veces estallan con facilidad, ya sea de alegría o de furia. Cuando Laina llora su mirada toma un brillo exagerado.

Así la tenía este domingo al terminar la ronda de clasificación de la pistola de aire a 10 metros, su debut en unos Juegos Olímpicos a los que llegó por merecimiento y virtud. Sin embargo, en Tokio no tuvo una buena jornada y ancló en un lugar 32º que no la satisface. No importa que haya sido la mejor ubicada de América. Para ella la competencia terminó en frustración.

El tiempo y los nervios le jugaron una mala pasada. Cuando llegó a la línea de disparos de pronto el frío le recorrió el cuerpo. Hace dos años ella se encargó de darle a Cuba la primera medalla de oro en los Juegos Panamericanos de Lima, pero desde entonces jamás había vuelto a competir de forma oficial. La COVID-19, los aislamientos, la carencia de municiones, los inconvenientes de un deporte que en Cuba tiene éxito a base de sacrificio y talento.

Demoró 20 minutos para realizar el primer disparo, pero aun no se encontraba a sí misma. Jorge Félix Álvarez, su compañero de equipo, ya se lo había dicho: “Si te sientes tensa sale de la línea de tiro y ve a hablar con el profe Meinardo. Él te dirá lo que necesitas”.

Laina viajó sin su entrenador, pero Meinardo Torres asumió como el maestro que es. Hablaron apenas un minuto, pero las balas comenzaron a salir.

Sin embargo, ya Laina iba rezagada y tenía el reloj en contra. Cuando otras comenzaban la segunda de las seis series de disparos, ella apenas cumplía la mitad de la primera. Aun así la terminó con 96 unidades, la séptima mejor puntuación entre las 53 mujeres inscritas en la prueba. Pero seguía con retraso, y en un deporte de tanta precisión como este cada pequeño detalle cuenta.

El dolor en el brazo le llegó durante la tercera ronda. “Tuve que realizar muchos intentos para ejecutar los disparos —reconoce— y además con muy poco tiempo entre ellos. Todo eso me impidió hacer las cosas como quería”. Es una realidad que intentará cambiar cuando compita en la pistola a 50 metros y en el torneo mixto junto a su compañero Jorge Grau.

Ella sabe que para el resultado de hoy hay pocas justificaciones, pero exactamente eso hay que destacar de su actuación: la vergüenza con que asumió el resultado, la voluntad para cambiarlo y mostrar los resultados que la trajeron hasta aquí. Quizás por eso se echó a llorar cuando disparó la última bala.

Quizás por eso dejó distinguir, entre sus ojos grandes y brillosos por las lágrimas, esa pasión que ni siquiera en las derrotas un deportista puede perder. A fin de cuentas, es en la derrota donde mejor se conoce el corazón de un deportista.

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