Al principio Fidelio pensó que se trataba de “bichitos” de la luz. Su esposa según cuenta él días después, tiene serios problemas en la vista, por eso al hervir la leche no notó ninguna partícula extraña. Solo cuando su esposo la llamó logró evitar que sus nietos bebieran el alimento, que entrada la tarde ya era la comidilla de gran parte de Versalles, tras la denuncia de varios consumidores que habían encontrado larvas y gusanos en su interior.
Por primera vez la demora en la llegada de la leche que tanto cuestiona Idalmis Santos Cano, jugó a su favor. A la administradora de la bodega La Rampa, ubicada en La Cumbre, no le dio tiempo a vender ni un litro. Cuando se disponía a atender al primer cliente notó una materia extraña flotando en la superficie y al introducir un colador quedó sorprendida: “¡La leche tenía gusanos!”.
Kilómetros más abajo, Odalis Torres Blanco, la dependienta de la bodega Zona Franca despachó casi toda la leche sin percibir nada raro, excepto al final, cuando emergieron los nematodos y enseguida salió junto a la delegada de la zona a avisarle a los consumidores. Ya se conocía que a cambio entregarían leche en polvo, aun así, fue notable inconformidad de la población ante esta situación “insólita”.
LA CULPA
Y de insólito cataloga el hecho Felipe Álvarez Siska, distribuidor y chofer de pipa por más de 13 años, quien permanece hace días sin apenas conciliar el sueño.
“Yo dejé la pipa para que la fregaran dos días antes. El jueves me llama el jefe y me dice que recogiera la leche. Llegué cerca de las 10 y cargué como siempre. La leche estaba en la cuba desde las tres de la mañana. No había agua, pero como seguían trabajando pensé que la habían fregado. Empecé a repartir y no hubo ningún problema. Fue en las últimas bodegas donde empezaron a salir los gusanos”, cuenta Álvarez Siska.
Según explicó a Girón Fidel Suárez Naranjo, director en funciones de la UEB Ecil Matanzas, las pipas se deberían lavar con el equipo de limpiadores de dicha entidad, ser certificadas posteriormente por el laboratorio y una vez concluido este paso es que se procede a cargar la leche, de la que también se analiza una muestra para avalar su calidad.
Todo eso en condiciones normales, un panorama que dista mucho de la realidad que vive hoy la Ecil, en la que los carros se limpian donde se pueda ante la falta de agua y el laboratorio evidentemente no controla esta actividad.
“En ese caso no la revisaron. Como la pipa no tiene escaleras es imposible que las mujeres del laboratorio logren subir. Antes se hacía un hisopado para evaluar la higiene microbiológica, pero hace tiempo que no hay con qué hacerlo, ni tampoco la fosfatasa, que es un análisis para determinar la efectividad de la pasteurización, por tanto se revisa a vista”, reconoce Suárez Naranjo, quien además asegura que el chofer tenía el camión en su poder y declaró haber cargado consciente del estado de la misma, lo cual le añade responsabilidad en el incidente.
Según palabras de Yurién Ibarra Díaz, jefe de calidad, el interior del termo presentaba una fisura tras las obras de soldadura acometidas por el conductor, “el laboratorio revisa el interior de la pipa, las válvulas de salida, las botijas, pero esa parte no se ve a simple vista. Cuando hay fisura la leche se filtra para la doble camisa de la pipa y va criando la larva del gusano.”
Aspecto que niega rotundamente el chofer, al decir que las obras de soldaduras nunca presentaron irregularidades, por el contrario, fueron retocadas con un material resistente. A lo que suma otro punto preocupante, ¿Acaso no corresponde a la empresa supervisar el interior de la pipa luego de la reparación?
A ello se añade la falta de higiene en las cubas que almacenan la leche, comprobado por este equipo durante la investigación.
“Yo dejé la pipa allí para que la fregaran. Esa no es mi función como chofer, yo solo soy distribuidor. Lo mío es llegar, cargar la leche, ir al laboratorio y que los compañeros dictaminen la calidad. Si resulta que no fregaste bien, y luego el laboratorio no chequea ¿De quién es el problema? Se violaron muchas cosas”, agrega Álvarez Siska.
EL AGUA
Si se toma en cuenta la falta de agua sostenida por más de una semana, lo asombroso es que la UEB permanezca en funciones y que sean solo 2 500 litros los que se hayan contaminado.
“Esta fábrica de entrada está deteriorada. Ya se nos han quemado tres motores y nadie habla de eso. Nosotros hemos buscado alternativas, pero la realidad es que una industria de alimentos sin agua no funciona”.
El miércoles pasado varios especialistas en electricidad realizaban un estudio y detectaron un serio desbalance en el flujo de corriente, lo que bien pudiera ser la causa de las continuas roturas.
Sin embargo, encontrar un motor que permita bombear los más de 20 mil litros necesarios para mantener vital la industria resulta una tarea aparentemente compleja, pues ni las gestiones de los directivos de la Ecil, ni el Combinado Lácteo al que se subordinan, ni siquiera los informes diarios al Gobierno han logrado solucionar esta problemática que ha trastocado el funcionamiento interno de la empresa, la cual debe acopiar la leche y enviarla hacia Colón para su pasteurización.
Luego la trasladan de regreso a la cabecera provincial para su distribución, lo que se traduce en considerables gastos por concepto de transporte. A ello se suma que una parte de los incumplimientos se suplen con leche en polvo. Hasta el día de ayer se habían entregado más de 12 toneladas de este producto, lo que asciende a más de 100 mil dólares.
EL DESCONTROL
Según datos ofrecidos por Marelis Bueno Hernández, Jefa de Producción de la UEB, se han dejado de producir 15 mil litros de yogur de soya diarios, a lo que se añaden los daños sociales que representa la paralización de otras producciones como sueros saborizados, mirabur, yogur natural, quesos, entre otros derivados.
La tecnología obsoleta de procedencia checa hace mella en la producción, pero esa realidad no puede dar al traste con el debido control de cada proceso.
La pipa de Álvarez Siska hoy está en el colimador de los yumurinos. Los gusanos que dañaron la leche en la tarde del jueves 19 pudieron llegar por disímiles vías. Queda demostrado que se violentaron muchos pasos, y fueron los habitantes de Versalles quienes pagaron los platos rotos y recibieron una leche en mal estado.