60 años de Bloqueo: Las fauces de la prepotencia

El brutal cerco económico, comercial y financiero que el gobierno de los Estados Unidos se ha empecinado en arreciar contra nuestra Isla, nuevamente vuelve a ser motivo de conversación en los más recónditos lugares del planeta. La recién concluida votación que condena esta injusta y coercitiva política manifestó el interés de la comunidad internacional por desarticular esta medida que, a la larga, solo limita el intercambio y la convivencia pacífica entre dos países que comparten vecindario en el océano Atlántico.

Con 185 naciones a favor de su disolución, en contraste con las negativas del propio gobierno estadounidense y de Israel y la abstención de Brasil y Ucrania, la reiterada resolución cubana sobre la necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos, demostró el respaldo internacional que nuestro país recibe respecto a la eliminación de esta cruel medida.

Ya asciende a treinta el número de ocasiones en que la Asamblea General de las Naciones Unidas acoge la presentación de este informe que, en este caso, además de recoger que solo entre agosto de 2021 y febrero de 2022 esta política causó pérdidas en el orden de los 3 806.5 millones de dólares a Cuba, significando un récord en siete meses y 49% superior respecto a la reportada entre enero y julio de 2021, también denuncia una afectación de más de 454 millones de dólares mensuales y más de 15 millones de dólares diarios desde que el actual presidente del gigante norteño, JoeBiden, asumiera el poder.

Con una evidente prevalencia del rechazo a la extraterritorialidad del bloqueo, se han incrementado las exigencias al gobierno de Washington de acabar con la persecución financiera a nuestro país y excluirlo de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, además de estimular la interacción respetuosa y el diálogo constructivo entre ambas naciones en pos de avanzar en sus relaciones bilaterales.

Este vil acto de genocidio y laceración de los derechos humanos del pueblo cubano, con la nada despreciable edad de sesenta años en su haber, deviene uno de las más poderosos artimañas del gigante norteamericano para socavar el progreso económico y social de Cuba.

No solo ha arreciado las sanciones y la persecución extraterritorial contra ciudadanos, instituciones y empresas de terceros países que establezcan o se propongan establecer relaciones económicas, comerciales, financieras o científico-técnicas con Cuba; limitado la adquisición de medicamentos, reactivos, piezas de repuesto para equipos de diagnóstico y tratamiento, así como de instrumentales médicos y demás insumos esenciales en el sector de la salud; restringido el acceso del sistema educacional cubano a utensilios escolares de primera necesidad y materiales para la reparación y mantenimiento de la red escolar; y cohibido el alcance de la Isla a plataformas digitales esenciales para la informatización de la sociedad; sino que también ha obstaculizado el desarrollo cultural y deportivo de la nación y atacado directamente el progreso de importantes y esenciales industrias como la alimenticia, la científica, la tecnológica, la azucarera y la turística en la Isla.

Y aunque el Congreso de los Estados Unidos constituye el órgano facultado para la revocación de las legislaciones que sostienen la política de bloqueo contra nuestro país y el decreto de su fin, cabe destacar las amplias facultades ejecutivas del Presidente para desmontar sino todas, al menos la inmensa mayoría de limitaciones que integran esta medida coercitiva. Es una pena que, lejos de ello, se continúe incrementando la lista de estratagemas del gobierno estadounidense en pos de la inestabilidad socioeconómica de un país que, a pesar de los pesares, mantiene la búsqueda de alternativas como su sello identitario de resiliencia.

No somos pocos los que ansiamos una Cuba donde las brutales cadenas que la han mantenido forzosamente atada a la prepotencia y hegemonía de los Estados Unidos queden destrozadas, una Cuba donde el acceso a la educación, la salud, la ciencia o la tecnología no cuesten la constante resistencia de su pueblo, una Cuba que pueda abrirse al mundo y mostrar los beneficios de contar con ella, una Cuba que se alce con el apoyo de la comunidad internacional y cuya actual quimera de convivir mejor sin bloqueo, más que una ansiada bocanada de aire, se convierta en una manifiesta realidad.

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