María Luisa Secada Crespo soñó siempre con ser educadora. Con pocos años de edad, en su natal Unión de Fernández-comunidad rural perteneciente al poblado de Agramonte-recuerda que su maestra siempre le regalaba las pizarras viejas y en ellas, María Luisa ensayaba desde la inocencia la obra que un día se convertiría en realidad.
Acerca de su vida vinculada al magisterio, la entrevistada nos cuenta que comenzó en el curso 1974-1975 en el internado Mártires de Bolivia como maestra de sexto grado, impartiendo las asignaturas de humanidades. Allí, todos los niños procedían del sector rural y -según relata María Luisa- los educaba con cariño y esmero hasta que se graduaban.
En ese centro estuve trabajando hasta el curso 1988-1989, fecha en la que me traslado a vivir a la localidad de Agramonte, donde me desempeñé como directora en la escuela Nguyen Van Troi, hasta que ante el llamado de la Revolución partí hacia Nicaragua como parte de una misión internacionalista.
Sobre su vivencia en ese país, Secada Crespo confiesa que fue una experiencia maravillosa, antes de partir tuve el honor de contactar con Fidel, hecho inolvidable para todos, en ese encuentro nuestro comandante nos entregó una libreta personalmente para cuando regresáramos de la misión entregársela donde debíamos poner todas las costumbres y las tareas que allí realizamos.
Además comenta, que cuando se produce la Campaña de Alfabetización en Cuba, ella no pudo participar al ser menor de edad pero en Nicaragua sí pudo alfabetizar y enseñar a un grupo grande de personas que estaban ansiosas por saber leer y escribir.
Para María Luisa ser educadora es algo más que estudiar una profesión, se debe educar en todos los ámbitos de la vida, es una labor maravillosa que la ha reconfortado a lo largo de los años cada vez que ve a los que un día fueron sus alumnos convertidos en profesionales, incorporados a miles de tareas que son importantes para la Revolución,eso es algo que la enorgullece.
María Luisa Secada Crespo se dedicó al magisterio desde el año 1974 hasta el 2000, fecha en la que comienza a vincularse a tareas del poder popular, llegando a desempeñarse como presidenta del Consejo Popular de Agramonte, y aunque en su vida dejaron de estar presentes tizas y borradores, María Luisa siempre lleva consigo, impregnada en su ser, la profesión con la que soñó desde niña: educadora.