Día Internacional de la Paz: Forjar puentes y no brechas (+audio)

En un mundo tan corrompido por la carrera armamentista y las guerras, las desigualdades, la constante amenaza de una catástrofe nuclear y demás conflictos sociopolíticos, y donde la resolución de las disyuntivas inutiliza el diálogo e insta a la violencia, la paz, más que una inalcanzable quimera, deviene esencial anhelo y aliciente para construir una mejor sociedad.

Insistía el Comandante, cuando fue  laureado con el Premio Lenin de la Paz en 1962, que «La lucha por la paz significa luchar por salvar a la Humanidad de una destrucción apocalíptica, por salvar cientos de millones de vidas de hombres, mujeres, jóvenes, ancianos y niños».

Cada 21 de septiembre celebramos el Día Internacional de la Paz, como glosa a los ideales de alianza, respeto y tolerancia entre los pueblos. Declarado en 1981 por su Asamblea General, la ONU escogió esta jornada para loar y prestar especial atención a la paz y conmemorar sus ideales en cada nación y pueblo del orbe, en pos de fomentar la cooperación y la convivencia armónica entre quienes habitamos el planeta Tierra.

Como parte de los diecisiete objetivos de desarrollo sostenible que los Estados Miembros de esta organización aprobaron en 201,5 se entendió a la paz no solo como una cuestión de sustancial relevancia, sino que su logro dependía del necesario desarrollo económico y social de todas las personas en todas partes y la protección de sus derechos, sobre la base de la solución de cuestiones como la pobreza, la salud, la educación, el cambio climático, la igualdad entre los géneros, el agua, el saneamiento, la energía, el medio ambiente y la justicia social.

De esta forma, la Asamblea General promulga el cese del fuego y la no violencia en todo el mundo, convidando a sus Estados Miembros, así como a sus demás organizaciones, las regionales, las no gubernamentales e incluso a cada persona para que organice y participe en todas las actividades educativas y de sensibilización que contribuyan a la promoción de la paz.

Aunque el gobierno de los Estados Unidos empecina sus artimañas en difamar calumnias de Cuba como su absurda pertenencia a la lista de países patrocinadores del terrorismo, lo cierto es que somos ejemplo de solidaridad, cooperación regional y paz. Muestra de ello es la organización no gubernamental Movimiento Cubano por la Paz y la Soberanía de los Pueblos, que desde 1986 es Mensajero de Paz y suscriptor de los principios establecidos en la Carta de Organización de las Naciones Unidas y que, además de ser miembro fundador, integrante del secretariado y coordinador para las Américas y el Caribe del denominado Consejo Mundial de la Paz, entre los años 2004 y 2008 lo encabezó en la Presidencia.

Con la defensa de la paz, la justicia, la democracia, el progreso social, la preservación del medio ambiente, el desarrollo y la cooperación entre los pueblos y naciones, la coexistencia pacífica, el Desarme Nuclear General y Completo y la erradicación de las bases militares extranjeras como ejes centrales, este Movimiento materializa fehacientemente sus preceptos y los del Estado cubano en torno al respeto y observancia de los derechos humanos.

Este 2022 bajo el lema “Pon fin al racismo. Construye la paz”, la Organización de las Naciones Unidas realiza un enérgico llamado a la edificación de sociedades donde cada uno de sus miembros tenga total libertad para fomentar su desarrollo, sobre la base de la igualdad.

Tal como expresó el propio, António Guterres, Secretario General de la ONU: “El racismo sigue envenenando las instituciones, las estructuras sociales y la vida cotidiana en todas las sociedades. Sigue siendo un factor clave de la desigualdad persistente. Desestabiliza las sociedades, socava las democracias, erosiona la legitimidad de los gobiernos, y … es un flagelo que además se encuentra inequívocamente ligado a la desigualdad de género.”

El racismo representa uno de los mayores infortunios sociales que, aunque para muchos percibido como latente, se une a otras deshonrosas manifestaciones de discriminación y laceran dolorosamente la sociedad vestidos con discursos de odio y manifestaciones de violencia hacia las minorías, ocasionando el distanciamiento de las distintas comunidades del entramado social y cuya erradicación continúa siendo una prioridad para nuestro planeta.

El apoyo de nuestra nación en cuestiones de medicina, salud, deporte y demás ámbitos pone sobre la mesa los intereses de Cuba en pos de intercambiar y promover relaciones de amistad entre los distintos países del orbe. E indudablemente el nuevo Código de las Familias constituye uno de los mayores aportes del Estado cubano para celebrar, entre inclusión, tolerancia, respeto, combate a la discriminación y violencia e impulsos a la calidad de vida, bienestar y funcionalidad familiar, el alcance de la convivencia feliz y de la paz como ejes fundamentales de la sociedad cubana.

Queda mucho por hacer aún, pero cada paso, por pequeño que sea, ya es una victoria para hacer realidad el hoy utópico pero aún posible mundo, donde la compasión y la empatía opaquen al odio, donde ser como somos sea motivo de orgullo y no de rechazo y alienación social, y donde en vez de brechas y bifurcaciones, crucemos nuestros caminos y forjemos puentes de amistad.

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