Tu divina omnipresencia (+audio)

La historia es un lazo de emociones y reencuentros que, como dijiste, te absolvió. Hoy. Justo hoy, cuando la holguinera Birán evoca tu temple y la impronta de tu ser pervive en el recuerdo de la Isla que te vio nacer, sigues más vivo que nunca.

Aquel 13 de agosto de 1926 la luz llegó por primera vez a tu mirada. Aún no eras consciente del destino que acogería tu existencia. No pensaste, aún pequeño, en la vasta trayectoria que tu vida dibujaría. No pensaste ser la viva representación de la rebeldía que, en total correspondencia con la sangre mambisa en tu nación antes derramada, descollarías con total denuedo y firmeza.

No pensaste que en José Martí hallarías no solo un avizor sin precedentes, un intelectual cimero, un pertinaz defensor a su Patria consagrado, todo un ejemplo a seguir. No pensaste encontrar en el Apóstol al más excelso mentor del aún aguerrido Moncada que lideraste. No pensaste hacer de la Generación del Centenario una trinchera de honor, de valientes, de héroes.

No pensaste un Granma de compañeros, de grandes, de libres, de mártires. No pensaste a Cinco Palmas, La Plata, Santo Domingo, El Jigüe, Guisa. No pensaste tantos combates victoriosos, tantos caídos dignamente. No pensaste un primero de enero. O bueno, sí. Pensaste un triunfo y lo lograste. Pensaste la pujanza de tu Ejército, Libertador por sus antepasados, Rebelde por sus presentes. Pensaste la Sierra, Radio Rebelde. Pensaste la Revolución.

Pensaste el largo camino tras la partida de Batista y construiste al país que hoy somos. Pensaste la mayor de las Antillas y hoy, cuando la inmortalidad te presume en sus aposentos, fluyes cual cascada por nuestras venas, enardeces nuestras almas, vives, sobrevives, resplandeces.

Emprendió el Granma su travesía aquel inolvidable noviembre y quiso el destino que en tu viaje celestial nuevamente lo acompañaras. Y aunque la modestia te cegó ante la grandeza de tu figura, feneciste como hombre y renaciste como Dios, la más ilustre personalidad que ha parido Cuba, la deidad que ha demostrado que este país, por muy pequeño que sea, siempre encontrará la grandeza en su libertad.

La bandera te saluda. La Sierra te llama. El Moncada te recuerda. La paz te necesita. No existe diccionario que recoja la magnificencia de tu nombre, ni agujero negro que apague tu destello de luminosidad, ni arma que destruya tu esencia de caguairán. Un “vas bien” no es suficiente. ¿Cuánto quisiéramos haberte dicho y no pudimos?

Fidel. Ha sido duro este tiempo contigo y sin ti, sin tu cariño, sin tu generosidad, sin tu sonrisa, sin tu entereza. Te fuiste, pero te quedaste. Te quedaste porque te sentimos. Te sentimos porque en ti creemos. Te vemos con las puertas del alma y con los ojos del corazón, pues bendita y divina, tu omnipresencia, siempre quedará contemplada orgullosamente por la Patria y absuelta por la Historia.

Hablarte con versos, Fidel

Ya que en persona no puedo

Resulta colosal denuedo

Ya que en persona no puedo

Entre versos, Comandante

Hoy encuentro en mi lirismo

Las loas a tu heroísmo

Tu vehemencia, tu denuedo

En diez versos no me basta

Mi lirismo se remonta

Loar tu temple, tu impronta

Longevo partiste, soldado

De infinitos ideales

De divino pedestal

Al podio de los inmortales

Siento que un “gracias” no alcanza

Para con cauta premura

Hallar en tu vasta figura

Los versos de mi alabanza

A tu temple, tu pujanza

Hoy encuentro en mi lirismo

Para honrarte la razón

Pertinaz en el lirismo

Asumo con vehemencia

Enorme hazaña en esencia

Hoy con lirismo me atrevo

A loar con vehemencia

La vastedad de tu esencia

Nunca longevo

De ideas mentor, soldado

Fidel Castro Ruz

Birán

Girón

Granma

Moncada

Martí

La Historia me absolverá

Premura

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