Noelia no es Andrea, pero se divierte mucho

Noelia Bermellón habla mal, es un “desastre”. Juega con todo, el programa, los entrevistados, juega con sí misma. Es extremadamente divertida e indiscreta, “arranca” el motor de cada domingo en la noche, con su rimbombancia, su locura letal, su excesivo vestuario y maquillaje. Noelia no es más que una construcción, un personaje humorístico que ha conectado con el público.

Noelia no es Andrea. No tienen nada que ver. Andrea llegó a Noelia por puro accidente y se sorprendió de que la gente le agradara su conducción fatal, su ritmo, su soltura.

Andrea Doimeadiós lo único que hace es divertirse mientras interpreta el papel en El motor de arranque: “Quiero seguir repensando el personaje para enriquecerlo, que no se quede solo en la chica tonta, ese camino es muy fácil”, me dice. Antes agradece a Juan Carlos Travieso y a Mónica Crespo por esta oportunidad.

Otras entrevistas a Andrea han hablado de su valentía, de su enorme versatilidad y destreza ante cualquier rol, del paseo por el humor y el drama con una facilidad admirable.

Esta, mediante un breve chat de WhatsApp, un PDF que me obliga a transcribir cada coma de lo que me responde porque su formato no me permite modificar nada, punto donde confiesa su mala relación con la tecnología y su teléfono “atrasado”, tratará de ser una fotografía, con los colores que ella prefiera, el lugar que vuelve una y otra vez, la ropa más cómoda. Quizás esa foto falta en la sala de su casa. Andrea mira, me mira. Y cuenta.

Ella es la hija de Osvaldo Doimeadiós. Osvaldo, su padre, su maestro, su orgullo. “Cuando tenía quince años decidí hacer las pruebas de la Escuela Nacional de Arte (ENA), y me preparé mucho tiempo con dos excelentes profesores. Quise apartar a mi padre y demostrar que sí tenía aptitud para ser actriz, lo descubriría por mí misma”.

“Era la rebeldía de la adolescencia, una en esos años vive atormentada y llena de inseguridades. Ni siquiera sabemos en esa etapa qué somos realmente. Me enorgullece ser su hija y su alumna también, pero lo que más disfruto, es ser dirigida por él. Mi perspectiva ahora es otra, y sin dejar de ser independiente, estoy deseosa de estar bajo su dirección”.

“La rebeldía desapareció con la madurez y ahora hay una necesidad de unión y de aprendizaje ilimitadas. Tengo la dicha de tener también a la mejor madre del mundo. Mi madre es toda una inspiración para mí. Es una persona única, un ser adorable lleno de luz”, me escribe.

Fue siempre muy conversadora. De pequeña, conducía un programa imaginario frente al espejo. Nunca le gustaron las barbies ni las muñecas. Lo que ella le encantaba era montar bicicleta. “Recuerdo como si fuese hoy el día en que mi abuelo Luis me enseñó a montar bicicleta”. Cuando murió Luis, fue el momento más triste de su vida, era apenas una adolescente, poco antes de entrar en la ENA.

Todas las profesiones son difíciles -afirma- cuando uno se pone retos y tiene claro los referentes.

“Para mí, lo más difícil, hasta ahora, ha sido el tiempo en la ENA, cuando empecé a estudiar a actuación. Tengo recuerdos hermosos, pero fueron años muy difíciles, porque tuve que lidiar con inseguridades y comparaciones siendo una adolescente. La valentía viene de ahí, creo. Hoy veo las cosas desde otro punto. Ahora todo está muy claro”.

Ha desandado por el cine, el teatro, la televisión, el humor, incluso por la escritura. “Todos los procesos son distintos. Mi padre dice que con cada trabajo uno debe también reconstruirse. No significa que olvidemos lo aprendido, pero sí debemos abrirnos a lo nuevo y arriesgarnos/retarnos”.

Aunque para ella el teatro resulte lo más complejo, es también lo más hermoso. “No por eso deja de ser menos importante para un actor hacer una buena película o buena televisión. Si uno sale de su zona de confort, escoge bien los proyectos y se propone aprehender, todo proceso de trabajo es un viaje de crecimiento y retroalimentación. Pero seguiré creyendo que el teatro es la mayor prueba de fuego”.

Hacer Ofelia, de Hamlet, ha sido el personaje que guarda con mayor satisfacción. “Hice una vez su monólogo en taller de Shakespeare, me entregué mucho, aunque fue muy breve. Mi sueño es interpretar en el teatro a Ofelia, o a Nina de La Gaviota o a Abigail Williams en Las brujas de Salem.

¿Y en el cine?: “Hay menos tiempo para la preparación. Es un camino distinto, pero igual increíble. Estoy muy agradecida por las oportunidades que he tenido en este medio. Lo que más disfruto es descubrir los métodos de los grandes actores, el lenguaje es otro y solo con una mirada se puede decir todo. Trabajar con Luis Alberto García en uno de los cortos de Nicanor, por ejemplo, fue un regalo del universo. Su nivel de maestría es incalculable”.

Dice Andrea que una siempre va ser la misma: “Con el tiempo vamos teniendo más claro lo que queremos y lo que nos funciona. Hay que vivir cosas y también equivocarse”.

Su sueño es trabajar mucho, estar rodeada de gente tan creativa e inteligente como su padre. “Lo más importante es no dejar de aprender y darle importancia solo a las cosas esenciales”. Añade luego: “Ahora estoy muy enfocada en quedar bien conmigo misma y no preocuparme por cumplir con las expectativas de los demás, eso lo aleja a uno de sí mismo”.

Su matiz humorístico llegó con fuerza en La Cita. Andrea escribió el texto y la dirigió su padre. Pero alguien la acompañó. “Fue increíble. Ver el trabajo de Venecia Feria fue lo que más me inspiró a hacer humor. Si se crearan más espacios, si hubiese menos machismo y se rompiesen estereotipos las cosas fueran muy distintas. Aunque seamos pocas, no podemos dejar de trabajar duro”.

“Si Venecia Feria, por ejemplo, no hubiese hecho durante tanto tiempo un trabajo tan increíble, hoy no estaría tan motivada. Hay que luchar por esos espacios y tener claro lo que tenemos”, señala respecto al papel de la mujer en el humor.

Andrea no le da importancia al miedo, porque paraliza. Se ríe y confiesa que le da pena bailar en público. Vive sola, en algún lugar de La Habana: “He decidido enfocarme en el trabajo cien por ciento por ahora. Y como vivo sola, no puedo decir dónde. Eso sí me da miedo”.

Escogió la actuación porque era lo que más le gustaba: “Siempre supe que era lo que quería. Ser camarera fue un aprendizaje increíble, pero también reafirmó que solo puedo actuar. No sé hacer otra cosa”.

Este encierro pandémico y la pausa prolongada le ha servido para cuestionarlo todo, para meditarlo todo.

Mientras La Habana se esconde, cuando la noche llega, Andrea prefiere escuchar a Pedro Luis Ferrer. Ayer, justo ayer, oía “En la luna…”, en algún lugar de esta ciudad, donde es más ella, donde no actúa, pero piensa, piensa siempre en sus personajes, piensa en Noelia.

Cuestionario SJ

1. ¿El Malecón o El Cristo?: El Malecón.

2. ¿La pizza o la hamburguesa?: La pizza.

3. ¿Gin Tonic o Daiquirí?: Daiquirí.

4. ¿Libro al que vuelves una y otra vez?: “La Gaviota”, de Antón Chéjov.

5. ¿Estrella de cine de la que estás enamorada?: Daniel Day Lewis, siempre.

6. ¿Filme que te hizo llorar como loca?: Mar Adentro, de Alejandro Amenábar.

7. ¿La frase que más odias?: Buenas noches… Cerré…etc.

8. ¿El mejor piropo de tu vida?: Tengo guardadas tarjetas, notas, cartas… Con frases muy lindas.

9. ¿La red social que más usas?: WhatsApp.

10. ¿Canción que siempre cantas bajo la ducha?: Prefiero escuchar a los que cantan bien.

(Tomado de Somos Jóvenes)

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