El 2021 no puede ni tan siquiera imaginarse desde estos salones, una placa anuncia la botica francesa, desde la antigua área de venta, la imagen de la Inmaculada Concepción, patrona de los farmacéuticos, esculpida en mármol blanco de carrara contraste en extremo con la zona wifi del parque de la Libertad con tabletas y celulares que parecen película de ciencia ficción, vistos desde esta fuga al siglo XIX.
Gracias al sentido coleccionista de la familia Triolet, hoy el Museo Farmacéutico de Matanzas conserva íntegramente la única botica francesa de finales del siglo XIX que existe en la actualidad. Marcia Brito Hernández lleva 35 años al frente de la institución y conoce al detalle la historia de la farmacia, incluso mucho antes de su fundación, el 1ero de enero de 1882.
“El doctor Juan Fermín de Figueroa era en el siglo XIX el rey de boticas de Cuba, era la persona que tenía el negocio farmacéutico más numeroso, más amplio con exponentes de las ciencias médico farmacéuticas muy especiales.
«Él conoce en Paris a Ernesto Triolet y lo invita a la isla para que viera el esplendor de su profesión. Durante su visita, el francés se enamora de la hermana de su amigo, se casa con ella, y así es como se funda la farmacia francesa del doctor Ernesto Triolet con la fortuna de la familia cubana».
Justa Figueroa, la esposa del doctor Triolet, muere poco tiempo después de la puesta en funcionamiento de la farmacia. El doctor vuelve a casarse entonces con la hija de su amigo Juan Fermín Figueroa “…esa muchacha fue la primera mujer farmacéutica cubana, la doctora María Dolores Figueroa, estudió farmacia Nueva York, siempre trabajó en esta botica, fue la primera persona que en su tesis de doctorado establece las propiedades medicinales de las aguas Ciego Montero”.
Del matrimonio de la doctora María Dolores Figueroa y el doctor Triolet nacen tres hijos “… uno de ellos farmacéutico, otro médico y la única hija hembra, Celia Triolet a quien se dedica también una sala independiente en la botica porque fue artista. Al morir el doctor Triolet, su esposa María Dolores de Figueroa queda como dueña de la botica. Cuando ella muere en el año 1944, su hijo mayor Ernesto Luis Triolet Figueroa ya se había licenciado como farmacéutico entonces queda al frente del negocio y es quien lo mantiene hasta el momento en que se convierte en museo”.
El 1ero de mayo de 1964 la botica francesa del doctor Ernesto Triolet abre sus puertas como el primer museo farmacéutico en Latinoamérica y exhibe a quienes lo visitan la exclusividad de sus colecciones conformadas por una gran cantidad de bienes que datan del período de funcionamiento de la farmacia entre 1882 y 1964.
“El área de ventas, el lugar de las tres grandes puertas que conservan sus vitrales originales, muestra una majestuosa estantería de Cedro que fue tallada a mano con sus vasijas de porcelana francesa, también exhiben los mostradores, la copa fundacional de la botica donde aparece una foto bordeada de oro con la imagen del doctor Triolet y su esposa Justa de Figueroa”.
La segunda sala, conocida como la rebotica, se distingue por una utilización extraordinaria del espacio, cada producto farmacéutico guardado de forma muy ordenada.
“Aquí hay una importantísima colección de frascos de porcelana que obtuvo la medalla de oro en la exposición de Paris de 1886, están rotuladas todas con polvos de oro y tinta, se conserva además el teléfono con el que se trabajó durante todo el tiempo de funcionamiento de la botica, los libros de asentamientos de recetas que contienen más de un millón y medio de fórmulas registradas diariamente. En esa sala está también una enorme mesa dispensarial de jocuma amarillo diseñada por el propio doctor Triolet”.
La biblioteca conserva la farmacopea francesa, española y norteamericana de finales del siglo XIX y principios del XX y una puerta que comunica con al almacén número dos donde se guardaban principalmente productos importados.
“Ahí se pueden ver los primeros equipos de sueros, productos de diferentes países. El patio cercano tiene la más amplia colección de frascos de farmacia perteneciente a una botica”.
El laboratorio es otro de los lugares que sorprende por su antiguo fogón que siempre funcionó con leña a pesar de la acaudalada posición económica de la familia que le permitía adquirir otro tipo de combustible.
“Él mantiene el uso de la leña porque su padre tenía la teoría de que solo con este material no se aceleraba o se retardaba la obtención del principio activo de las plantas”.
La caja fuerte donde muchos pensaban que la familia guardaba el dinero se utilizaba para almacenar las drogas más drásticas, los productos venenosos de mayor potencia, a través de la historia, solo tres personas conocieron la combinación secreta: “El doctor Ernesto Triolet Lelievre, la doctora María Dolores de Figueroa y Ernesto Triolet Figueroa”.
En el almacén número uno se guardaban productos que se confeccionaban en la misma botica como pomadas, ungüentos, extractos fluidos e instrumentales que se vendían, dentro de los que destacan autoclaves y generadores de oxígeno.
En la planta alta, donde radicaba la casa de la familia, una sala se convirtió en galería de arte para inmortalizar la memoria de Celia Triolet, la única de la familia que no siguió la tradición farmacéutica y quien encontró un oficio en el dibujo y la pintura.
“En esa sala se venden souvenirs que se realizan con la técnica tífani a partir de cristales para vitral que se importan desde Francia, China, Estados Unidos y desde otros países a través del Fondo Cubano de Bienes Culturales. También ahora se están confeccionando con una gran aceptación mosaicos y reproducciones de los albarelos de porcelana que han resultado de gran interés para nuestros visitantes”.
Todos los días del año con excepción del segundo domingo de mayo, el museo farmacéutico de Matanzas abre sus puertas a la ciudad y al mundo, y permite una conexión inigualable entre el presente y el pasado.

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