María Villar Buceta: Cuando florece la poesía

Entre libros reposa su alma. Entre letras renace su ser. Entre sueños descuella poesía. Entre versos expira pasión. Hija del otrora territorio de Corral Falso de Macuriges, hoy municipio Pedro Betancourt, el 25 de abril de 1889 nació quien se consagraría como una de las más prolíficas y destacadas poetisas, periodistas y bibliotecarias del territorio nacional.

En el Centro Escolar “Félix Varela” cursó sus estudios primarios hasta los 11 años, justo cuando la temprana muerte de su madre, la crianza de sus hermanos menores, las labores de ama de casa, la pobreza imperante en el hogar y el atraso cultural del entorno provinciano atentaron contra sus apetencias intelectuales. Sin embargo, estas circunstancias fueron percibidas por la joven María no como obstáculos, sino como alicientes para encontrar en la formación autodidacta la solución, encontrando un mundo de posibilidades en la lectura tanto para desandar nuevos universos y cultivar el suyo propio.

Poco a poco la poesía fue germinando en su interior y floreciendo en hermosas creaciones publicadas en disímiles rotativos, como el Diario de la Marina, que el 3 de abril de 1915 publicó su soneto Desilusión. Asimismo sus dotes periodísticas las demostró en su trabajo El hombre nuevo, que ostentó el Heraldo de Cuba el 3 de octubre del mismo año y donde describía, sobre la base del diálogo entre un bohemio y un burgués el triste modo de ser y actuar de la burguesía.

El periodismo y la poesía estrecharon aún más sus lazos con Villar Buceta y para 1918 sus poemas Ascensión, Canto de redención y Psiquis fueron publicados por la Revista Social, donde siguió colaborando hasta 1929. Asimismo favoreció con su arte a la revista habanera Castalia, entonces dirigida por Roger de Lauria y Paulino Báez hasta 1921, cuando se trasladó a la capital y posteriormente inició como secretaria de redacción y redactora de los diarios La Noche y El Heraldo de Cuba, encabezados por Leopoldo Ros y Manuel Márquez Sterling, respectivamente.

Como fémina entregada a la causa patriótica y continuadora del legado libertario de la nación es imposible obviar la actitud revolucionaria que caracterizó su ser. Con motivo de los 28 años del reinicio de las luchas independentistas, publicó el artículo El 24 de febrero y yo, donde plasmó los sentimientos más revolucionarios e internacionalistas que brotaban en su interior, sentimientos que la acercaron a Rubén Martínez Villena, con quien selló una amistad y comunión de ideales imperecederas.

En el llamado Grupo Minorista, María Villar Buceta, junto a su hermana Aurora y a la también meritoria intelectual Mariblanca Sabas Alomá confluyó con otras prestigiosas figuras de la talla de Fernando Ortiz, Alfonso Hernández Catá, Antonio Gattorno, Jaime Valls, Eduardo Abela, Juan José Sicre, Alejo Carpentier y Juan Antiga para, desde un pensamiento intelectual, eliminar todo vestigio de caos e ignorancia en la sociedad cubana con pronunciamientos renovadores y revolucionarios en la política y el arte, logrando una gran influencia en el desarrollo social y cultural de Cuba.

Y como mambisa de su tiempo, la llegada al poder de Gerardo Machado condicionó su aversión al sanguinario político, lo que se tradujo en su protagonismo en el combate desde la clandestinidad, convirtiéndose en una de las más connotadas y buscadas opositoras al régimen tiránico, mientras su imaginación y destreza poética se incrementaban.

Nació entonces Unanimismo, un autorretrato de su autora, muestra clara de su característica poesía, con una lírica original e irónica con magistrales tintes de humor, hasta el punto de que Raúl Roa la definiera como “la voz femenina más pura, honda y culta de la generación de los nuevos” y que este volumen inmortalizara a Villar Buceta en los predios de la poesía cubana y latinoamericana.

Se integró a las filas del Partido Comunista y durante los primeros años de la década de 1930 continuó su enfrentamiento al machadato. Escribió Colillas, donde dedicaba al proletariado poderosas prosas poéticas dotadas de ironías en detrimento del opresor sistema y la explotación que sufrían los trabajadores. Asimismo recorrió la provincia habanera con propagandas, proclamas, instrucciones partidistas y frases de movilización social cosidas a sayas, blusas y demás prendas de vestir. Y en entrevista a un periodista de El Mundo en 1932 pronunció la esencia comunista de la mujer del porvenir, demostrando la identidad y conciencia de clase, fidelidad a la causa laboral y orgullo por la organización a la que pertenecía.

Tras el derrocamiento de Machado continuó el desempeño de sus labores periodísticas. Publicó en el periódico Ahora el ensayo biográfico Vida y muerte de Rosa Luxemburgo, donde destacó facetas importantes de esta destacada luchadora alemana. Colaboró con la revista Masas, editada por la Liga Antimperialista de Cuba con el artículo La derogación de la Enmienda Platt: un error de cálculo diplomático y en la revista Adelante, denunció el asfixiante medio en que se movían escritores y periodistas, criticó la crisis general que restringía la expresión del pensamiento de carácter político y social y se pronunció en contra de los prejuicios raciales.

Igualmente integró el grupo Gorki, primera filial cubana de la Internacional de Escritores y Artistas Revolucionarios y vía para ir en busca de trabajadores y campesinos para hablarles de la nueva sociedad formada en la Unión Soviética y señalarles la necesidad de la revolución.

Su labor poética continuó floreciendo entre finales de los cuarentas e inicio de los cincuentas, cuando la revista Orígenes publicó El Faro, Mar muerto, Muerte Nueva y Dureza, duración, siendo además reconocida por la Escuela Profesional de Periodismo el 13 de marzo de 1957.

Luego del triunfo revolucionario, ese por el que tanto batalló desde su lírica y accionar, fue llamada al Ministerio de Relaciones Exteriores, donde colaboró en comentarios de libros en la revista Política Internacional, publicó una nota crítica sobre un texto del Congreso de Estados Unidos relacionado con la muerte de John Fitzgerald Kennedy, continuó colaborando con artículos artísticos y políticos para El Mundo, trabajó, hasta su retiro en 1968 en la Subdirección de la Biblioteca del Ministerio de Relaciones Exteriores y, en 1976 publicó en la revista Bohemia, Rubén: un muerto inmortal, que constituyó un bosquejo sobre cómo conoció al intelectual, así como la vida y obra de este insigne poeta revolucionario cubano.

El 29 de junio de 1977, tras meses enferma de cuidado y de reclusión en los hospitales “Salvador Allende” y “Calixto García”, falleció esta hija ilustre de la Atenas de Cuba, quien con sed de saber, se consagró al mundo literario y revolucionario y legó a la nación una vasta colección poética e inolvidables pasajes de la valía, firmeza y ternura de la mujer cubana.

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