Son ahora mismos dos espacios televisivos donde podemos encontrar como conductor al hijo de Rebeca: Lucas y Danzoneando en TV, donde este cubano de 34 años, habanero criado en Mantilla y con mucha afinidad por Matanzas, se desempeña como director general. Instructor de arte de música y Licenciado en Comunicación Social, su peculiar impronta se hace notar con fuerza también en la radio, donde ejerce ambos roles, o en espectáculos, cuyas riendas conduce desde lo artístico, o en una institución como laEgrem que lo convoca como creativo. Por eso JR invitó a sus páginas a Pedro Pablo Cruz, además compositor, productor discográfico y manager de la Orquesta Failde, ganador en dos ocasiones del Premio Caracol de la Uneac y quien ha coordinado exitosos fonogramas que han sido nominados al Grammy Latino.
—Desde bien temprano se hicieron notar tus intereses por el arte y la comunicación…
—Sí, desde niño son las actividades que más me apasionan. De pequeño yo hablaba con extraordinaria fluidez y, sin embargo, demoré muchísimo para caminar; mi sedante natural a esas edades tempranas era la ópera. Desde la primaria comencé en talleres de música y literatura de la Casa de Cultura de Arroyo Naranjo. Clases de piano y solfeo, el coro infantil Cascabelitos, un programa de radio en la COCO, cantar y hablar en cuanto evento pudiera, incluyendo los concursos Cantándole al sol, me hicieron más felices mi infancia y adolescencia.
«Luego decidí formarme como instructor de arte por el deseo de contribuir como promotor activo de la cultura cubana desde la localidad. Creo mucho en el papel de la familia, la escuela y las casas de cultura para transmitir el amor por lo nuestro, las claves de nuestra identidad. Licenciarme en Comunicación Social contribuyó a mantener ese equilibrio entre mis dos grandes pasiones.
«La conducción por varios años del noticiero de la FEEM del Canal Educativo fue mi primera experiencia seria en televisión. Unos años después, en 2008, me aceptaron como locutor del espacio 7 y 30 juventud, en Radio Cadena Habana. A partir de ese momento es que he comenzado a contar mi vida como profesional en la radio. Antes había colaborado en otras emisoraspero de forma muy esporádica y en pequeñas secciones.
«Hoy por hoy tengo otras pasiones, sin embargo, la música y la comunicación permanecen como ejes de mi vida y de mi desempeño profesional. Trato de combinar mi quehacer como locutor y realizador en la radio y la televisión con mis labores como creativo de Egrem, productor discográfico y manager de la orquesta Failde; el magnífico regalo de trabajar con Omara Portuondo y componer una canción de vez en cuando».
—Pero de los medios…¿la radio?
—¡Definitivamente! Tuve una dispensa especial del ICRT para trabajar como locutor en la radio mucho antes de ser universitario. Estando en Cadena Habana me llamaron, casi al mismo tiempo, Milvia Zapata para Radio Rebelde y Lázaro Caballero para probarme en El Exitazo, de Radio Taíno, ese fue mi paso a la radio nacional.
«La radio es el medio más cómodo para mí, al que siempre regreso. Es el que le permite a un locutor desarrollar una carrera más extensa. Todo se inició en mi infancia, con mi madre alimentando ese amor. En la cuna, Radio Enciclopedia y CMBF fueron mis compañías, mis niñeras virtuales. Luego descubrí los dramatizados infantiles de Radio Progreso y Alegrías de sobremesa, y una tarde, jugando con el dial, me encontré una voz, que más que voz era un estilo, un ritmo, un modo de decir que me fascinó y marcó hasta hoy: Franco Carbón. Es que yo siempre he sido muy hiperactivo y claro que eso se nota en mi rapidez al hablar. Cuando yo encontré a Franco con ese estilo tan personal, en el que la velocidad y el fraseo no enturbiaban la dicción, fue que me dije: ¡yo también puedo ser locutor!
«La televisión es más poderosa y te da una popularidad con la que aún no sé lidiar muy bien. Al entrenamiento que ya traes, logrado con muchas horas con el micrófono como cercana compañía, hay que sumar el desempeño frente a la cámara y estar al tanto de un montón de detalles que en la cabina no existen. En nuestra sociedad sigue teniendo un peso tremendo, pero ya te digo que soy un hombre de la radio, de una radio que debe renovarse en cuestiones técnicas y también de estilo para mantenerse y conquistar nuevos públicos, para prevalecer todo el año y no solo en situaciones de emergencia.
«Ese medio me ha dado la posibilidad de probarme en muchas facetas, como locutor, como director. He podido hacer programas informativos, propaganda, narración, mas resulta evidente que me apasionan los musicales. Poner mi timbre a los espacios que escuchaba en mi adolescencia como Visión o El Exitazo son pequeñas proezas personales que me acompañarán para toda la vida. Crear un programa como Danzoneando, que se convirtió en binacional conectando a las comunidades danzoneras de Cuba y México, es una experiencia de promoción cultural que me ha enriquecido mucho y que ha merecido en dos ocasiones el Premio Caracol.
—¿Y de la música qué prefieres?
—Mi gran pasión en la música es cantar, pero se ha ido quedando en un segundo plano por muchas razones. Entre ellas, que lo que a mí me interesa cantar no creo que sea muy fácil de promocionar hoy en día y, además, hay tantos buenos músicos en Cuba que uno siente que puede aportar muy poco a la escena nacional. Entonces me he quedado cantando para los amigos, para mí mismo, porque eso sí, yo soy de los que canta en el baño, caminando por los pasillos del ICRT o por donde sea. También siento que todo lo demás que hago se ha dado de un modo más sencillo y termina por robarme mucho tiempo; no me quejo. Tal vez me anime a cantar en el próximo quinquenio.
«El mundo del disco igual me sedujo, la posibilidad de favorecer la eclosión de nuevos talentos, la promoción de nuestra música que es motivo de orgullo genuino para cualquier cubano, porque estadísticamente cuesta creer que un pedazo de tierra tan pequeño, con tan pocos habitantes, haya aportado tanto al alma sonora del mundo, a la civilización humana, tantos ritmos, tantos nombres increíbles.
«Lo de ser manager, sí que no lo pensé nunca, y menos cuando me fui acercando a lo que significa ese rol, el de representante, productor. Para empezar, en nuestro contexto suele vérsele con sospecha y hay poco reconocimiento legal e institucional para su gestión. Casi siempre se le toma como un empresario sin alma, sin formación ni información, y en muchos casos es así: buscan trabajo, cobran y casi nada más. Pero sobran muy buenos ejemplos.
«En mi opinión, el manager constituye el principal asesor y crítico del artista.Vela por la adecuada comunicación, por diseñar tácticas y estrategias a mediano y largo plazo, por el repertorio y, claro, también supervisa contratos y asuntos de carácter comercial y de negocios. Se necesita de mucho equilibrio y un diálogo diáfano con el artista, precisa de un carácter fuerte y un ego controlado, porque el éxito de un manager muchas veces se mide por los aplausos, premios, nominaciones, oportunidades y buenas noticias que el artista recibe mientras él está detrás, manteniendo un bajo perfil. Eso no todo el mundo lo lleva bien.
«En mi caso me enamoré delaobra de La Failde: un puñado de jóvenes, desde Matanzas, marchando a contracorriente para defender un legado, al tiempo que aportaba su color al panorama musical actual. Hay tanta verdad en ellos que no pude decirle que no a Ethiel, aunque me resistí bastante. Asumí ese rol en 2016, hemos pasado por momentos muy duros, pero también vivido experiencias maravillosas y nos hemos sabido ganar, poco a poco, el favor de un público y la confianza de las instituciones. Falta mucho, pero si te hablo de eso esta entrevista no termina nunca, porque somos muy inconformes y preferimos que cualquier buena noticia nos sorprenda trabajando durísimo. Creo que ese es el mejor método. Hoy por hoy no basta con que tu música sea buena, la comunicación y el posicionamiento importan mucho, tener una visión rigurosamente estudiada para que sirva como horizonte y ayude a caminar.
—En qué lugar de tu carrera quedan Lucas y el videoclip?
—Debo confesar que yo no era asiduo espectador de las galas y del programa, nunca asistí a una hasta que me tocó presentarla, pero no hay manera de desconocer que el fomento del videoclip en Cuba se debe, en gran medida, a la vitrina que ha sido Lucas durante más de dos décadas. Es de los pocos programas de nuestra televisión que ha sabido convertirse en un verdadero proyecto cultural y trascender la pantalla, es además, una de las pocas puestas en escena que merece la categoría de espectáculo.
«El videoclip en Cuba es promoción de la música, sí, pero es asimismo una base de entrenamiento para futuros cineastas, un ejercicio de estilo y la zona más pujante de nuestra creación audiovisual. Ojalá tengamos más espacios para la puesta de videoclips, Lucas no alcanza, tampoco deben quedarse solo en la televisión, deben llegar a las escuelas, incluso desde los niveles primarios de enseñanza. Igualmente considero que como programa está llamado a reinventarse constantemente, a fomentar la crítica y educar a los públicos siempre desde modos más atractivos, novedosos, radicales.
«Hay que ver cómo impactan en el futuro próximo los cambios económicos implementados en el país y los estragos de la pandemia. La producción nacional, a pesar de ser menos costosa que en otros lugares del mundo, ha crecido mucho en nivel, creatividad y también en precios, por lo cual imagino que las disqueras y los artistas se lo pensarán un poco más antes de lanzarse a producir un clip oficial. Eso no únicamente ocurre en Cuba:vemos a muchos artistas “mainstream” echar mano a lyric videos y materiales de estudio para recortar gastos de promoción. Supongo que esa tendencia llegue a nuestro país, aunque puede ser un estímulo para la creatividad, la selectividad y la emergencia de nuevos nombres».
—¿Cómo ves el presente de la radio y la música en Cuba…?
—La radio cubana de hoy puede sentirse orgullosa de su siglo de historia, debe reivindicar lo que aquí se escuchó primero, mas igual necesita fomentar la cercanía con los jóvenes por dentro y por fuera, como públicos y como realizadores. Contamos con tantas emisoras que ojalá eso significara variedad de contenidos, espacio para los elementos más estables y aceptados de nuestra identidad, pero también para lo singular, lo local, y las comunidades de intereses emergentes. La radio debe parecerse cada vez más a nuestro modo de ser, de hablar, de sentir, aspirar al máximo de naturalidad posible sin menoscabar la importancia del mensaje. Está llamada a hibridar, hay que inundar los nuevos formatos, los espacios virtuales, no solamente los sonoros. Eso está sucediendo, pero tiene que implicar necesariamente una renovación del lenguaje, de los contenidos y una inversión en tecnología, aunque es el medio más agradecido pues con poco se hace mucho.
«Más noticia y menos información, más cubanía y menos solemnidad. Más programas personalizados y menos parrillas inamovibles, más diálogo. La radio es fundamental para formar ciudadanía y propiciar su expresión y participación real en la agenda pública, en el presente y futuro del país. A los locutores les pediría que se preocupen por lo que ocurre del otro lado de su voz, no basta con poseer un buen timbre si poco puedes decir, si no hay cultura (no solo la que descansa en el dato y la nemotecnia), una visión de la vida y un cultivo constante de la espiritualidad.
«Me es más difícil responder sobre la música, soy incapaz de resumir en poco espacio tantas preocupaciones y aspiraciones, no es un asunto que contemplo desde una barrera de sombra. De antemano se quedarán fuera muchos elementos, más como hilachas que como una línea argumental, puedo hablar de la necesidad de invertir más en marketing y posicionamiento para nuestros mejores exponentes a nivel internacional, lanzamos muchas buenas canciones que son barcos de papel en una mar inmensa. La ventana del Grammy Latino es de las pocas a las que nuestros artistas pueden acceder, por la calidad y porque existen más categorías que nos son afines.
«Hay mucho que destrabar para que la música cubana aporte a la economía del país. Ya se ha dicho que las empresas de representación hay que refundarlas, pero también debemos abandonar un poco el modelo paternalista, el estado debe proteger las expresiones más raigales, las que son patrimonio vivo, las que expresan lo mejor de la condición humana y los valores de la sociedad global a la que aspiramos, y, al mismo tiempo, dejar su espacio al mercado, con reglas muy claras.
«La cultura no admite muros artificiales, nadie puede desde un buró decir: “la cultura nuestra llega hasta aquí”. Debemos aprender a lidiar con lo popular y con la música urbana, por poner dos ejemplos; no hablar de ello es, cuando menos, un facilismo tremendo, son fenómenos muy complejos que expresan bases antropológicas y modelos de éxito. Hay que generar nuevos consensos también en el ámbito de la cultura artística y literaria, y jugar con mucha inteligencia y creatividad nuestras cartas para construir hegemonía el arte de hacer política.
«Hay que pensar más en los públicos, sus gustos y maneras de acceder a la música. Necesitamos estudios de consumo nacional e internacional, sin obviar una visión de industria, para orientarnos mejor hacia afuera y evaluar nuestra competitividad. Urge un marco legal para aprovechar la iniciativa personal en el ámbito de la música; en esa lista entran estudios de grabación y muchas figuras como las del productor musical, ingeniero de sonido, el manager, los productores y organizadores de evento y más.
«Necesito una entrevista únicamente para este tema. Así que me detengo en este punto».
—¿De qué manera se produjo esa cercanía con Omara?
—Hay una pequeñísima lista de mujeres que, desde que existen registros fonográficos de la voz humana, pueden considerarse máximos referentes de la manera cubana de cantar. De esos pocos nombres mis preferidas son Elena Burke y Omara Portuondo. No pude conocer personalmente a la “Señora Sentimiento”. Era un adolescente cuando murió. Sin embargo, mi trabajo en el arte me permitió conocer a Omara, primero como organizador de eventos en 2012 y luego como director de arte y repertorio de Egrem, en 2015.
«Omara es un pedazo de patria que uno puede abrazar. Es lo más cerca que he estado de una reina,pero no deja que se lo repitas mucho.Ella es cubanía, gracia, sensualidad, ética profesional y todo eso con una naturalidad tremenda. Es la maestra del sentimiento y del fraseo, prefiero su voz de los últimos 20 años, más asentada y honda, finísimo instrumento para transmitir todos los matices de las emociones humanas.
«He tenido la suerte de acompañarla en varias producciones discográficas, de estar presente en momentos muy íntimos o en ceremonias internacionales como cuando recibió el Premio a la Excelencia Musical en 2019; he fomentado su vínculo con la Failde, aunque hay que decir que Omara siempre ha estado al alcance de los jóvenes, es la Diva más servicial y campechana que conozco. No hablo de perfección, porque no vive en mí la fe ciega de los fanáticos. Es la última gran exponente de su generación y se ganó a fuerza de disciplina y talento el privilegio de trascender en la memoria colectiva por varios siglos.
«Creo que cada cubano tiene una Omara, la mía es un tesoro que nadie podrá arrebatarme nunca. Cuando uno se asoma a la grandeza no hay forma de salir intacto, a veces uno vuelve desencantado por la falta de verdad o por la mala espina, pero en este caso solo hay lugar para el cariño y un profundo respeto, que con el paso del tiempo llegará a ser veneración».
—La Asociación Hermanos Saíz (AHS) en tu vida…
—Es una organización hermosa, concebida para aupar nuevos valores y proteger el ejercicio de la belleza. Es atalaya y al mismo tiempo un dispositivo para interpelar a las instituciones en nombre de los nuevos. Hay que aprovecharla mucho más. En los momentos actuales está llamada a un jugar un rol importantísimo en el proscenio de la vida cultural y política. Debe apostar incansablemente por el diálogo y por cambiar todo lo que deba ser cambiado, con el ojo siempre atento para controlar el amiguismo y aprovechar la mira de los francotiradores, de los que no tienen más compromiso que con su propio ego, ni siquiera con su obra. Pero tiene que haber espacio para todos. Que no haya representación ni formalismo en ningún encuentro, consejo, taller, reunión o congreso. Su arquitectura de becas y premios es de las más aportadoras en el contexto cultural cubano y eso es cada vez más necesario en un país que necesita más lauros para incentivar a sus jóvenes, mostrarlos con orgullo, dignificar su quehacer y pedirles mejores cosas de cara al futuro.
«Siempre que la AHS me ha convocado he dicho sí, soy de los optimistas empedernidos, creo en el diálogo real, incluso realmente revolucionario, el que no es complaciente ni sirve de fachada para cumplir cuotas y planes de trabajo».
—Sueños, proyectos a largo plazo…
—Me encantaría tener un programa de entrevistas, uno de esos donde la vitalidad del diálogo, la contundencia de la mayéutica, sea el plato fuerte, sin artificios ni caramelos. Pocos proyectos me parecen más apasionantes. Un espacio donde hablemos de lo humano y lo divino, del pasado y del presente, sin mojigatería. Tal vez en un quinquenio esté listo para algo así, lo que no sé es si algún canal recibiría esa propuesta. Casi por la misma razón, me gustaría impartir clases, moderar saberes en un aula, es otra pleca en la lista de pendientes. Creo que si no me animo a grabarme cantando en los próximos años, no lo haré nunca… ¡lo que le espera a mis amigos si lo logro!
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