
Sobre la escasa disponibilidad de métodos anticonceptivos, le proponemos el siguiente comentario, que aborda el tema desde diversas aristas.
¿Cuál es tu opinión sobre este sensible asunto?
Acceder hoy a cualquiera de los métodos anticonceptivos pasa primero por el plano del desconocimiento y segundo por el de la escasez. Con respecto al primero, en el que intervienen diversos patrones culturales y no pocos mitos, apuntamos un paso atrás con la postergación de la Resolución Integral para la Sexualidad, un proyecto que pretende visibilizar tabúes y estereotipos que inciden de manera negativa en este y otros temas.
En cuanto al segundo, la inestabilidad, ya de por sí palpable antes de que las carencias de la pandemia la agudizara definitivamente, se torna constante en medio de las lógicas consecuencias de la crisis sanitaria mundial y el descontrol que hacia lo interno se perfila en esta área.
Según el Anuario Estadístico de Salud elaborado por el Minsap, durante el 2019 la cobertura total de anticonceptivos en Cuba alcanzó un 76,8 %, valor más bajo desde 2005. En Matanzas, las Encuesta de Indicadores Múltiples por Conglomerados (MICS, por sus siglas en inglés) de ese mismo año apuntaban que un 5,0 % de las mujeres casadas o en unión y un 9,8 % de las solteras mostraban necesidades insatisfechas de planificación familiar, referidas a métodos para limitar o espaciar los embarazos.
Si bien no se logra completar la demanda en muchos de los métodos anticonceptivos en Cuba y otros resultan en extremo limitados, llama la atención la ausencia de condones en las farmacias en los últimos meses y por consiguiente el auge de su valor en el mercado negro, incluidos los de comercialización nacional, acaparados y revendidos 50 veces por encima de su valor y, como en tantos otros casos, con preocupante impunidad.
Cuba no produce condones, una parte es importada y otra se recibe a través de las donaciones de diferentes organismos e instituciones internacionales de la Salud. Los primeros se vendían en las farmacias y la red de comercio minorista, los segundos eran distribuidos de forma gratuita en las consultas de planificación familiar y programas de prevención, y hablo en pasado, porque la realidad dista bastante de esta perspectiva.
Pero no solo los condones inquietan a quienes desean evitar un embarazo, sino también la inestabilidad de otros métodos anticonceptivos orales e inyectables; o el acceso a los implantes subcutáneos y parches combinados, sobre todo en zonas rurales. Resulta importante aclarar que tales recursos no solo representan alternativas para las mujeres y las parejas de manera general, sino también un derecho sexual y reproductivo elemental.
Es decir, que quienes prefieran utilizar un tipo específico de tabletas, puedan adquirirlas sin descontinuar su uso por el ya habitual déficit; que si las tabletas no son compatibles con algún problema de salud se pueda optar por anticonceptivos inyectables, dispositivos intrauterinos, etc.
En un contexto ideal se pudiera elegir el más adecuado según la edad o las particularidades de cada pareja. Obviamente un estado imposible en el actual escenario, donde a la posibilidad de contraer una ITS, se añade el riesgo de los embarazos no deseados y sus respectivas consecuencias especialmente en la adolescencia, un indicador que en Cuba acapara la mirada de expertos ante su elevada tasa en los últimos años. Solo en 2020 la cifra superó los 50 nacimientos por cada mil mujeres de entre 15 y 19 años.
Se trata de un tema más que conocido y explicado, en el que siempre quedan más preguntas que respuestas, aun cuando representa una preocupación para la salud pública, el bienestar y el desarrollo de miles de adolescentes y jóvenes. Ofrecer atención y control a un asunto tan sensible y necesario definitivamente no puede pasar desapercibido.