La nomofobia no es ajena a los cubanos

Que levante la mano quien no haya retrocedido varias cuadras, subido o bajado escaleras e incluso corrido porque se le olvidó coger el teléfono celular.

Tan útil se ha vuelto ese aparato, a pesar de las limitaciones conocidas, que actualmente es inusual que alguien no ande con uno de ellos, aunque sea viejito, de escasas prestaciones, pero que al menos sirva para llamar y recibir.

Y claro que no es nada extraño habituarse a su uso por los tantos beneficios que reporta, pero una cosa es utilizarlo normalmente y otra es habituarse de manera enfermiza a él.

Esa última conducta es la llamada nomofobia, acuñada por algunos como la gran adicción del siglo XXI.

Quizás sea extrema tal definición, pero sí se trata de un padecimiento identificado en este siglo, más exactamente en 2008, y su nombre proviene del término inglés no-mobile phobia (fobia a estar sin móvil).

En ese año, un estudio realizado por la oficina de correos británica Royal Mail y encargado al instituto demoscópico YouGov, determinó que un 56% de hombres y un 48% de mujeres sufrían esta fobia. En general, un 9% se sentía «estresado» cuando su aparato se apagaba.

De entonces a la fecha, son muchísimos los que se suman a la multitud de angustiados cuando no tienen el celular al lado. Tanto es así, que hoy son más de 500 millones los que padecen de ese miedo irracional, y es una cifra extremadamente conservadora.

Aunque la Organización Mundial de la Salud no incluye a la nomofobia dentro de las patologías mentales, los especialistas detectan una dependencia cada vez más creciente de los teléfonos celulares y de los Smartphone, en particular.

Y esa dependencia excesiva del dispositivo móvil llega a perjudicar las relaciones interpersonales, el bienestar emocional, y también el rendimiento y la productividad de aquellos que la sufren.

Sufrir es el verbo porque ese trastorno puede ocasionar síntomas como nerviosismo, agitación y hasta reacciones de pánico.

Entre las conductas que distinguen a quienes padecen de nomofobia se apuntan la constante revisión de su teléfono móvil, incluso en contextos inapropiados; el sentir angustia y ansiedad cuando no puede acceder a dicho dispositivo en lugares donde está prohibido usarlo; dificultades para conciliar el sueño; así como la interferencia nociva que ese trastorno emocional ocasiona en la vida cotidiana, donde se relegan desde responsabilidades y compromisos hasta hábitos elementales de vida.

La ansiedad y angustia derivadas de no permanecer en contacto con el celular, de ver que se le acaba la batería o que por otras razones no pueden interactuar con el móvil, incluso pueden derivar en reacciones físicas como excesiva sudoración, taquicardia, dolores de cabeza, musculares o de estómago, y problemas gastrointestinales.

También la nomofobia podría conllevar a un aislamiento social del individuo, el cual opta por relacionarse con los demás mediante su teléfono y no frente a frente. Algunos estudiosos del tema aseguran que este trastorno aqueja sobre todo a mujeres, adolescentes y jóvenes, aunque no existen estadísticas globales que respalden tal afirmación.

¿Nomofóbicos en Cuba?

Es imposible ofrecer una respuesta categórica a si existen o no nomofóbicos en nuestro país, donde más de 7,5 millones de personas acceden a Internet, principalmente a través de la telefonía móvil, y la cobertura poblacional en telefonía móvil es del 74% en la 3G y del 49% en la 4G, según informara Mayra Arevich Marín, ministra de Comunicaciones, en diciembre último, durante el X Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en su IX Legislatura.

Dicha cobertura, según recoge el informe del Mincom, alcanza todas las capitales de provincias, cabeceras municipales, y el 44% de los consejos populares de la nación, en tanto la densidad telefónica creció un 27% en el último quinquenio, a pesar de los vientos en contra del bloqueo de EE.UU. a la Isla.

Aun cuando no puedan generalizarse sus resultados, una interesante indagación, dada a conocer este año por la revista científico-estudiantil Progaleno, publicada por el Centro Provincial de Información de Ciencias Médicas de Camagüey, reveló interesantes datos.

Aplicaron la versión al español del Cuestionario Internacional de Nomophobia (NMP-Q) a una muestra de 713 universitarios de ciencias médicas de todas las provincias del país, a quienes se les hizo llegar vía Internet las 20 preguntas de esa herramienta.

De acuerdo con el procesamiento de los datos y atendiendo a la clasificación de la nomofobia en leve, moderada y severa, en el 51,5% se determinó un grado moderado de nomofobia; en el 41,6%, leve; y solo el 6,9% de los participantes evidenció nomofobia severa.

En las conclusiones indican haber constatado que, a medida que aumentan los años de uso —la mayoría de la muestra afirmó tener una experiencia superior a los dos años de uso del celular—, el nivel de nomofobia es directamente proporcional, condicionado, principalmente, a su protagonismo en las actividades diarias. «Toda la muestra demostró algún grado de nomofobia, por lo que este no es un suceso ausente en la sociedad», sentenciaron los autores.

Esta indagación, titulada «Nivel de nomofobia en universitarios cubanos», subraya que «en la actualidad muchas investigaciones relacionan el nivel de nomofobia y el rendimiento académico, la duración del sueño y la conducta alimentaria; examinando el efecto relativo entre el alto rendimiento académico y la ausencia de nomofobia».

Hoy, a medio siglo de que fuera inventado el teléfono celular, este es empleado por el 68% de la población mundial, lo cual equivale a que 5 mil 440 millones de personas anden con un móvil a cuestas, según el Informe global digital 2023.

De acuerdo con dicho informe, los usuarios a nivel global dedican una media de cinco horas diarias frente a las pantallas de sus teléfonos inteligentes; de ellas, el 42,4% concentrados en las redes sociales, el 25,1% dedicados a ver videos y fotos, el 5,1% a ver páginas web, el 8% entretenidos con juegos, y a ello se agregan otras alternativas.

Atendiendo a esas estadísticas —en las que no están contenidos todos los países— y echando mano a la calculadora, cabe suponer que, como tendencia a nivel planetario, de las 16 horas que una persona se mantiene despierta, en caso de que duerma ocho horas, más del 30% (31,25) de sus horas de vigilia quedan sujetas a la pantalla del celular.

En el caso de los cubanos, por supuesto que no es así, sobre todo porque, mayoritariamente, muchos asuntos urgentes nos demandan más allá de las pantallas, en términos prácticos.

No obstante, igual es importante tener en cuenta que entre los tantos, tantísimos, beneficios de los teléfonos celulares, debe recordarse el papel que aquí desempeñaron durante la pandemia, cuando estuvimos en aislamiento y, además de permitir el contacto con seres queridos, entre otras ayudas, esa tecnología permitió recibir el apoyo y orientación psicológica mediante redes sociales.

Pero vale, aunque no sea fenómeno mayoritario en Cuba, conocer del tema y saber que sí hay algunos, también por estos lares, a los que, aunque quizás desconozcan el término, la nomofobia no les es ajena, les pica cerca, como diría la vecina.

Toamdo de Cuba Si

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