Conjuro bancario contra el dólar

Dudas, inquietudes, especulaciones, memes y comentarios de todo tipo se han desatado, al suspender el Gobierno de Cuba temporalmente la recepción de dó­lares en efectivo en los bancos del país. No faltó algún sesudo medio de prensa europeo que razonó que Cuba intenta presionar a Estados Unidos. ¿Otro chiste? Ciertamente, asistimos a una refriega económica por momentos encarnizada, pero las maniobras de la parte cubana, con un forzoso matiz defensivo, evidencian una situación cada vez más comprometida. Es un hecho.

La historia comenzó hace mu­chas décadas, pero entró en una etapa más convulsa cuando cre­ció la predilección del Gobierno de Estados Unidos por sancionar a bancos de terceros países que osan negociar con Cuba. Para darle ese giro al bloqueo económico, Wash­ington se valió de la soberanía es­tadounidense sobre el dólar y de la clásica prepotencia imperial con que ese país legisla para el mundo.

Para esquivar o atenuar el gol­pe, Cuba adoptó en el 2004 el gra­vamen del 10% sobre los dólares en efectivo que entraban a insti­tuciones bancarias y financieras del país. Ese recargo consiguió que gran parte de los gastos en efectivo de los turistas extranjeros y de las remesas de los cubanos fuera en euros o en otras divisas converti­bles exentas del castigo estadounidense.

Polémico por muchas razo­nes, el gravamen persistió hasta julio del 2020. Ese año, el Go­bierno cubano lo derogó, en me­dio de una situación financiera muy crítica que persiste hoy. La recesión asociada a la pandemia −contracción casi total del turismo y de otras actividades− se unió a un ensañamiento cada vez mayor de las persecuciones y sanciones del bloqueo económi­co. Las divisas eran urgentes en cualquier denominación. Y lo si­guen siendo.

Pero 11 meses después, el Go­bierno se ha visto obligado a fre­nar la libre entrada de dólares en efectivo. Los billetes verdes que entraron a la banca cubana ame­nazan con quedar estancados en sus bóvedas, sin que el país pue­da utilizarlos para importar ali­mentos, medicinas, materias pri­mas y otros tantos recursos que escasean.

Hasta la red comercial minorista en moneda libremente convertible enfrenta el riesgo de quedar sin oferta, si no pueden emplear en el exterior, para abas­tecerse, los dólares que los con­sumidores han depositado en sus cuentas bancarias.

Más complicada no puede ser una situación nacional paradójica­mente signada por una aguda falta de liquidez financiera. “Con todo ese efectivo en dólares acumulado en el país no podemos hacer nada si no lo colocamos en una cuenta para realizar transacciones”, declaró el vicepresidente primero del Banco Central de Cuba (BCC), Francisco Mayobre.

Son los últimos disparos que hizo Donald Trump en esta guerra económica. La medida que colmó la copa fue la inclusión de Cuba en la Lista de países patrocinadores del terro­rismo, publicada por Estados Unidos. La presentó el Gobierno de Trump en enero del actual año, pocos días antes de abandonar la Casa Blanca.

“Las instituciones financieras tendrán otro motivo para evitar operaciones con Cuba”, predijo en­tonces John Kavulich, presidente del Consejo Económico y Comer­cial Estados Unidos-Cuba, con sede en Nueva York.

El acceso a los bancos ex­tranjeros quedó minado para los bancos cubanos cuando intentan acercarse con dólares en efectivo para depositar y cambiar divisas, operaciones imprescindibles para conseguir luego los créditos y otras herramientas financieras necesa­rias en el comercio internacional.

Según el BCC, 24 bancos de terceros países cerraron sus opera­ciones con Cuba durante los cuatro años de la Administración Trump y 12 bancos extranjeros fueron pe­nalizados con multas multimillo­narias por violar las regulaciones estadounidenses y negociar con este pequeño país del Caribe.

La situación se hizo insostenible a partir de la segunda mitad del 2020, por la ráfaga de acciones estadouni­denses contra cuanta institución ban­caria y empresarial cubana enviaba signos de resistencia económica en medio de la tormenta pandémica.

La respuesta

En la Resolución 176/2021, el BCC estableció que a partir del 21 de junio “los bancos e instituciones financieras no bancarias cubanas (…) no aceptarán dólares estadou­nidenses, en efectivo, de personas naturales y jurídicas, tales como depósitos en cuenta bancaria y compraventa de monedas, hasta tanto se reviertan las condiciones que dan lugar a esta medida”.

Como cualquier decisión relati­va al dinero y los ingresos persona­les, la norma generó incertidumbre y nerviosismo inmediato entre los consumidores cubanos. Lógico. La conversión a otras monedas de las remesas que envíen los familiares de cubanos tendrá un costo y un efec­to irritante para las personas. Es lo que viene buscando el Gobierno estadounidense, si tenemos en cuenta los pasos sucesivos que dio Trump para limitar montos de remesas o frenar sus envíos a Cuba. El actual presidente, Joe Biden, ha declarado públicamente que no tiene apuro por revisar las políticas anticubanas.

Pero, más allá de la conmoción inicial, no creo que la medida ten­ga mayores consecuencias para el mercado interno a partir del 21 de junio. Los elementos principales del comercio minorista y la activi­dad bancaria apuntan a mantener­se sin grandes cambios.

De acuerdo con la Resolución 176 del BCC, las personas naturales y jurídicas pueden conservar sus cuentas bancarias en dólares estadouniden­ses en los bancos cubanos, realizar extracciones desde esas cuentas, y recibir fondos en cualquier divi­sa convertible, y hasta dólares si es mediante transferencias entre cuen­tas bancarias. Las ventanillas de la banca solo se cierran para el depósi­to de dólares en efectivo.

El resto de las operaciones, tanto de ingresos como de pagos autoriza­dos en la red comercial, se puede se­guir ejecutando con las cuentas y tar­jetas en MLC a partir del 21 de junio. No parece que el veto contra el dólar en efectivo sea el conflicto que más dará que pensar.

La imposibilidad de ejecutar vaya usted a saber cuántos millones de USD almacenados hoy en bóvedas bancarias ha puesto contra la pared a la economía cubana, pero ma­yores son los rollos que han sembrado la crisis derivada de la COVID-19 y el proceso profundo de transformacio­nes del modelo económico, con el or­denamiento monetario a la cabeza.

Incluso, tampoco creo que la me­dida consiga el efecto antinflacio­nario previsto por algunas conjetu­ras iniciales. El dólar se cotiza en el mercado informal en valores que tri­plican la tasa oficial de 1 USD x 24 pesos cubanos, por carencias del co­mercio de bienes y servicios y seve­ras debilidades de la actual coyun­tura económica, que no se resuelven mediante la mera expulsión de una u otra moneda del escenario.

Con esta maniobra, el Gobierno cubano apenas retoma un viejo recur­so defensivo al que ya había acudido con el gravamen contra el dólar años atrás, solo que, si aquella vez el conju­ro bancario contra esa divisa era solo disuasorio, ahora resulta más drásti­co, síntoma evidente del dramatismo mayor del fuego abierto desde Esta­dos Unidos contra Cuba y de las dificultades económicas más graves que enfrenta este pequeño país puertas afuera y puertas adentro.

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