¿Vacunarse sin dolor?

El dispositivo auxiliar para hacer la punción de la vena sin dolor recibió su primer certificado de invención avalado por la OMPI en 1996. Foto: Archivo de Granma

Ante la compleja situación generada por el recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero de EE. UU. contra nuestro país y los altos costos derivados del enfrentamiento a la COVID-19, Cuba necesita que su ciencia, tecnología e innovación contribuyan de manera protagónica al desarrollo económico y social sostenible, generen nuevos conocimientos, fondos exportables y sustituyan importaciones.

Fundamentado en los reiterados pronunciamientos de la máxima dirección de la nación, referidos a priorizar la aplicación inmediata de los resultados científicos, potenciar los encadenamientos productivos y fomentar el más estrecho vínculo entre los centros de investigación, las universidades, el sector empresarial y los trabajadores por cuenta propia, como nunca antes el panorama nacional ha sido tan favorable para que ningún aporte validado, aun cuando resuelva un problema local, permanezca relegado sin introducirse en la práctica social.

De ahí la conveniencia de pasar revista al notable caudal de soluciones contenidas en las bases de datos, que archivan las ponencias y premios relevantes de todos los Fórum Nacionales de Ciencia y Técnica realizados, rastrear el arsenal de innovaciones registradas en la Oficina Cubana de la Propiedad Industrial (OMPI) y rescatar logros de instituciones científicas «engavetados» durante años, a fin de valorar cuáles mantienen su vigencia y todavía pueden ser de suma utilidad.

Cito, por ejemplo, el caso de las tabletas antidiarreicas para adultos Enterex, primer medicamento elaborado a partir de la zeolita natural registrado en el mundo en su momento,  obtenido en el hoy Instituto de Ciencia y Tecnología de Materiales (IMRE), de la Universidad de La Habana, en colaboración con los  Institutos de Gastroenterología y el de Farmacia y Alimentos.

Se trataba de un proyecto del Ministerio de Salud Pública que la entonces Industria Médico-Farmacéutica (Imefa) produjo y comercializó en  la red de farmacias del país entre 1996 y 2000.

Pese a su comprobada efectividad en el tratamiento de las diarreas, dejó de fabricarse y el registro sanitario se perdió.

También vale mencionar los sistemas de purificación de agua ZZ para consumo humano y animal, desarrollados en el propio IMRE y registrados en 1999.

Las pruebas de validación fueron hechas en el antes llamado Instituto Finlay y en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí.

Luego de una prolongada espera de más de 20 años, etapa en la cual se diseñó un prototipo de jarra doméstica que comienza a filtrar el agua en el momento de iniciar el llenado del depósito directamente del grifo, el resultado sigue sin generalizarse y el país importa los filtros de agua ofertados en la red de tiendas.

LA BALLESTA OLVIDADA

Quizá sorprenda a muchos lectores saber que en 1995 el técnico en Laboratorio Clínico especializado Ramón Torres González, diseñó y aplicó con resultados favorables en el otrora Centro Internacional de Retinosis Pigmentaria Camilo Cienfuegos, el denominado Dispositivo Auxiliar para Punción Venosa sin Dolor (DAPV).

Como explicó a Granma el autor del entonces novedoso resultado, que obtuvo su primer certificado de invención número 22 458 del 14 de octubre de 1996, conferido por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), aquel dispositivo consistía en una suerte de «ballesta» donde se montaba una jeringuilla plástica con su émbolo y aguja, la cual salía disparada hacia la vena escogida, a través de un mecanismo de lanzamiento accionado una sola vez por el propio técnico.

Según precisó Torres González, existen cuatro factores principales causantes del dolor en el momento de puncionar la vena: linealidad del pinchazo, levantamiento de la piel, distancia de penetración y velocidad con la que entra la aguja, pues mientras más rápido entre en contacto con la piel menor es el dolor.

Cuba se convirtió entonces en el único país del orbe en disponer de un equipo para la extracción indolora de sangre, con posibilidades reales de usarse también en los donantes de sangre.

Aplicado en una muestra superior a los 10 000 pacientes sin reportes de dolor, las dos versiones del DAPV, la original y la de multiuso, merecedora igualmente de un segundo certificado de invención de la OMPI, recibieron importantes reconocimientos internacionales.

Figuran entre ellos la Medalla de Plata obtenida en la 45 Exposición Mundial de Inventores, efectuada en Bélgica en 1996, en la categoría de instrumentos médicos, y la Medalla de Oro ganada en el V Salón de Inventos e Innovaciones eureka 97, realizada en Venezuela.

Tras 25 años de patentada, la «ballesta» permanece en el olvido y nunca se puso a prueba en los servicios de laboratorio clínico en la  atención primaria de salud.

Jubilado hace más de una década y frisando los 80 años, Ramón Torres González mantiene en plena disposición su capacidad innovadora y actualmente trabaja en la creación de un equipo que, con características similares al DAPV, permita hacer la inmunización sin dolor (propósito planteado por la Organización Mundial de la Salud, al ser una de las reacciones habituales de las vacunas y causa principal del temor que estas ocasionan en muchos niños), y reducir en un elevado porciento el uso de jeringuillas.

Valdría la pena entonces que ante la anunciada posibilidad de vacunar de forma masiva a la población cubana contra la COVID-19, el ingenioso proyecto sea al menos analizado y sometido al escrutinio de los expertos en el tema.

Tomado del Granma

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