Cada vez que abro el monedero me tiemblan las piernas. A veces ni pregunto, por miedo a no rebasar el infarto. Lo cierto es que los precios suben como la espuma, y ante cualquier debate sobre el tema llegamos a la triste comparación entre lo que comprábamos antes con lo que ganamos ahora.
Escudriñando en lo más recóndito de la bibliografía que guardo de mis años de universidad, encuentro una explicación más o menos entendible a lo que vivimos hoy en Cuba en materia de precios. En palabras más comunes, el aumento sostenido y continuo del nivel general de precios de los bienes y servicios de una economía recibe el nombre de inflación.
De acuerdo con un informe publicado por el Banco Central de Cuba en su estudio económico del 2021- https://www.bc.gob.cu/noticia/estudio-economico-de-cuba-2021-i/1289 – la inflación entre diciembre de 2019 y diciembre de 2020 fue de un 18,5%, como resultado de restricciones por el lado de la oferta ante la escasez de divisas.
Múltiples causas internas y externas acrecientan el problema: el contexto recesivo de Cuba, el inicio del proceso de ordenamiento monetario, que implicó desembolsos para cubrir adelantos parciales de incrementos en pensiones y salarios, así como los gastos adicionales para enfrentar la pandemia, deterioraron considerablemente las finanzas públicas en 2020.
A todo ello súmesele el exceso de dinero en circulación y el resultante aumento de la demanda, sin un respaldo productivo; la devaluación de la moneda, el acaparamiento y la especulación derivados de la escasez, la insuficiente producción de sectores vitales, sobre todo, el agropecuario; el elevado componente importado de la economía; la ausencia de un mercado mayorista para el sector no estatal; las presiones del comercio internacional, y los efectos del bloqueo estadounidense a la Isla.
Real es que con el ordenamiento monetario y su correspondiente reforma de salarios, los trabajadores, jubilados y beneficiarios de la Seguridad Social vieron crecer sus ingresos nominales; pero la fuerte devaluación del peso cubano no tardó en reflejarse en los precios minoristas.
Puertas adentro de los hogares cubanos, la matemática se volvió el plato fuerte del mes. Saldadas las cuentas de electricidad, agua, teléfono, canasta familiar normada y artículos que se venden de manera regulada en la red minorista, hay que salir a completar las restantes comidas del mes. Por citar un solo ejemplo, las carnes y embutidos ya rebasan el escándalo y continúan cuesta arriba, incluso en la red estatal de la gastronomía.
Si hablamos sobre la ropa, zapatos y otros artículos personales o del hogar también hay que mencionar que se esfumaron de los comercios estatales. De más está decir a donde acudir para adquirirlos: a los que, ciertamente resuelven un problema, pero que incluyen en cada factura el pasaje de un viaje al exterior, los gastos de la «mula», los impuestos aduanales, y las ganancias de los intermediarios. Un cuento de nunca acabar y los precios en el cielo.
En el análisis – que aclaro, no es de una especialista en economía, solo una simple mortal tratando de desmadejar los intrincados hilos del actual escenario – no puede faltar el drama en MLC. Solo una minoría compra los productos más o menos imprescindibles, según la tasa de cambio oficial de 24 x 1. El resto tiene dos opciones: pagar hasta tres veces el valor de la moneda para acceder a este mercado o exponerse al aguijonazo de un revendedor, que cobra hasta el aire que respiró dentro de la tienda. Ejemplos sobran y pululan en las redes sociales.
Llegamos a una nueva etapa tras largos meses de pandemia en la Isla y del tan necesario aislamiento social. Quedaron atrás los días en que las matemáticas del mes solo se limitaban a la supervivencia, con una gran parte de la población en casa. Pero la nueva normalidad rescata viajes diarios, meriendas y almuerzos fuera de casa con mayor frecuencia, necesarios paseos familiares, y otros gastos casi enterrados por la rutina pandémica.
Ahora mismo se impone la consolidación de todas las transformaciones pendientes luego del más reciente congreso del Partido y numerosas sesiones del Parlamento. A nivel macro el país se transforma en muchos sentidos, pero allí, en cada municipio, en cada Consejo Popular, en cada circunscripción es donde se libra la primera y más importante batalla.
No por repetitivo me cansaré de decirlo. Se debe desnaturalizar los vicios de la burocracia, la corrupción y la falta de sensibilidad arraigados en el quehacer de no pocos funcionarios e instituciones; empoderar y controlar debidamente a todos los actores económicos; prestar tanta atención a las exportaciones como al mercado interno, con ofertas acordes con todos los bolsillos.

Estudió Periodismo, Licenciatura en Comunicación Social en Universidad de Matanzas “Camilo Cienfuegos”