Lamentablemente, mientras algunos buscan cualquier remedio con tal de sobrevivir a los contratiempos en medio de una crisis sanitaria, hay quienes aprovechan esa desgracia para enriquecerse
Uno escucha impasible, como si fuera sordo, cuando alguien menciona que determinado medicamento, como un bulbo de Rocephin o una tableta de Azitromicina, se cotiza en el mercado informal a precios que exceden los mil pesos.
Se trata de una simple reacción, porque no siempre este tipo de información es totalmente real. Sin embargo, estamos ante una triste verdad.
Según los listados a la vista en las plataformas digitales, hay otros fármacos que sobrepasan los 500 pesos, como la Cefalexina, Duralgina, Vitamina C, Ibuprofeno, Amoxicilina, Paracetamol, Metronidazol, Tetraciclina, Clotrimazol en óvulo y el Nasalferón, por solo citar algunos.
Uno sabe que la base real está en la escasez provocada por el obstinado bloqueo económico de un Gobierno, que no nos soporta tan cerca como país soberano, y nos caza la pelea para obstaculizarnos todo intento de acceder a comprar medicamentos e insumos para fabricarlos –y después dicen que no es a muerte, que no es contra el pueblo la guerra que nos hacen–. Eso, junto con la crisis mundial que ha desatado esta pandemia. Sin embargo, nadie puede negar que, puertas adentro, la situación de carencia la agrava el descontrol administrativo sobre el flujo de los fármacos, y el descuido, la irresponsabilidad y la indolencia.
De cualquier modo, se necesita tener la cara dura, y lo humano como piedra, para acercarse a una familia que lucha a brazo partido por la vida de un ser querido, y hacerle la propuesta indecorosa de venderle la salvación a un precio por las nubes.
Sucede que, abrumados por la enfermedad del familiar, zarandeados por la desesperación que provoca el riesgo real de muerte, muchos se sustraen de lo decente y pagan, sin miramientos, a los oportunistas sinvergüenzas el medicamento de contrabando o el que traen libres de aranceles del exterior y que no fue autorizada su comercialización.
Por otro lado, la necesidad hace que nadie se tome el trabajo de especular sobre el origen del fármaco, ni repare en la clara malicia del gesto. Es como un efecto recíproco, el descarado se aprovecha y el necesitado resuelve parte de su problema.
A propósito del tema, en días recientes se dio a conocer que una matancera cumple una pena de seis años de privación de libertad por el tráfico ilícito de medicamentos, práctica inescrupulosa que, insistimos, se ha acentuado en tiempos de pandemia.
La citada autora del delito se las agenció para adquirir en varias unidades de la provincia el analgésico conocido como Tramadol, para su posterior venta a sobreprecio, valiéndose del mercado informal en La Habana.
La severidad de la condena tiene que ver, además, con que el citado fármaco figura entre los que producen efectos similares a las drogas, sustancias estupefacientes y sicotrópicos.
Luego de la investigación y la revisión exhaustiva de los hechos, la Sala Primera del Tribunal Provincial Popular de Matanzas dictó el fallo que comprendió también sanciones para otras personas involucradas.
Este tema, y sus distintas aristas, ha sido abordado sin dejar de significar el indiscutible vínculo de esa práctica con el descontrol y la falta de fiscalización, sobre todo hacia el interior de las farmacias y de todo el entramado de entidades que tienen que ver, de una forma u otra, con la distribución y la venta de medicamentos.
Sucesivas evaluaciones realizadas al sistema de farmacias en Matanzas en menos de un año sacaron a la luz el desorden en esos establecimientos, reseñó el periódico local Girón. Por otro lado, en apenas dos unidades se detectaron daños económicos por un valor superior a los 107 000 pesos, señal de fisuras en la organización de los procesos.
Aun así, ninguna explicación justifica el trasiego de medicamentos de alta demanda que, como se sabe, no alcanzan para satisfacer la demanda de la población.
Lamentablemente, mientras algunos buscan cualquier remedio con tal de sobrevivir a los contratiempos en medio de una crisis sanitaria, hay quienes aprovechan esa desgracia para enriquecerse.
Tiene que acabarse la contemplación con ellos, comentó en días recientes el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, al referirse a ese inaceptable proceder a costa de la salud humana.

Granma es un periódico cubano fundado en 1965, que es el órgano del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Su nombre proviene del yate que transportó desde México a Fidel Castro y otros 81 rebeldes a las costas cubanas en 1956, dando inicio a la Revolución Cubana.