Sentado frente al televisor, el abuelo presente, en la pantalla un juego de pelota de aquellos que erizaban la piel y la pasión rodeando la casa. El karate y el judo ocuparon el despertar en el mundo deportivo, aunque no calaron en las expectativas de Eduardo Parreira Betancourt.
“Mamá yo quiero apuntarme en pelota”, fueron las palabras que un buen día, caminando por las calles de su natal Jagüey Grande, marcaron el rumbo de un joven que hoy cumple uno de sus sueños: ser parte de los Cocodrilos de Matanzas.

“Siempre tuve el apoyo de mi familia. Mi mamá iba todos los días conmigo al entrenamiento porque el beisbolito me quedaba muy lejos de casa y yo era un niño. Terminaba de trabajar y me recogía en la escuela, y hasta que no culminaba el entrenamiento no se iba. Mis abuelos me ayudaron mucho, sobre todo mi abuelo, que siempre estaba pendiente para que yo hiciera las cosas bien, que fuera disciplinado”.
Parreira, de 22 años de edad, mide 5,6 pies de estatura con unas 167 libras de peso. Su fuerte en las categorías menores era la defensa, a la hora de hacer contacto con la bola se presentaban las mayores dificultades.
“Con la ayuda de los profesores Vaisel Acosta y Wilfredo Menéndez comencé a trabajar en la técnica correcta, hasta que en la provincial 13-14 fui líder de los bateadores y así pude ser llamado a la Eide”.
Luego de un desarrollo estable en su carrera deportiva, el Servicio Militar lo mantuvo desvinculado durante un año, por lo que adaptarse y recuperar la forma requirió de mucha fuerza de voluntad y determinación.
“Cuando salí, supe que tenía que esforzarme más que nadie y comencé, casi sin descansar, a ir al gimnasio a entrenar. En esos tiempos, en que atravesaba por situaciones difíciles, el profesor Arlex Vázquez me brindó su apoyo dentro y fuera del terreno. Ese año tuve un buen rendimiento en la provincial y entonces me llamó a la preselección del Sub 23.

El derecho jagüeyense destaca por su capacidad para defender el campo corto, la segunda y la tercera bases. “Desde que entré a la Eide comencé como torpedero, hasta que en el Sub 23 empecé de camarero, y es donde más cómodo me siento”.
El Sub 23 fue la puerta hacia empeños mayores. La excelente guía de sus entrenadores en cada elemento técnico se convertía también en consejo oportuno y mano amiga en los momentos duros.
A partir de ahí el nombre de Eduardo Parreira, Cuadrito, como le llaman los más allegados, fue volviéndose cada vez más llamativo y necesario en las nuevas generaciones de peloteros. Ya en esta Serie Nacional 61 logró ser uno más del equipo grande.
Quizás en otros territorios sea tarea fácil, pero en la tierra de ríos y puentes es una ardua labor por la calidad sobrada de todos sus integrantes. Muestra de ello es el reducido número de novatos que figuran en la lista.
“Entrené todo el año para ese momento, para salir y hacer las cosas bien; y fue increíble que en la primera subserie en este estadio me llamaran para jugar. Estaba ciertamente un poco nervioso porque era mi primera vez, pero me enfoqué en que estaba preparado y debuté con jit”.

Mucha de esa seguridad, a la hora de enfrentar tensiones dentro de un juego de pelota, viene de toda la formación que ha tenido durante su carrera y de que, más recientemente, estuvo en las experimentadas manos del actual director de la categoría Sub 23, el profesor Arlex Vázquez Tápanes.
“Parreira proviene de la pirámide, es un atleta muy consagrado, con mucha disciplina, sabe lo que quiere, siempre ha tenido grandes pretensiones y seguridad en lo que se ha propuesto. Primero: integrar la preselección de la categoría; luego se ganó la regularidad dentro del equipo con números sorprendentes. Estuvo a la altura.
“Se dedicó a entrenar, no paró nunca, a pesar de la covid-19. Se mantuvo preparándose y creo que por eso la vida lo premió. Él es un ejemplo de la retribución al sacrificio y a la consagración. Quizá para otros las metas que se propone son demasiado grandes, pero para él son posibles y para ello trabaja.
“El chance de hacer el equipo era mínimo, no se contaba con él para la nómina, pero fue de los que más se destacó y no defraudó en su primera oportunidad. No todo el mundo tiene la posibilidad de conectar, debutando en una Serie Nacional. Nuestro objetivo es seguir ayudándolo para que alcance la forma deportiva óptima y se ubique como relevo de su posición”.
En pocos meses regresa el torneo nacional para menores de 23 años y será la oportunidad para los más jóvenes de ganarse un espacio y crecer como peloteros. Desde ya el equipo Matanzas cuenta con un segunda base con experiencia y talento.
EL 22 DENTRO Y FUERA DEL TERRENO
La camisa con el número 22 identifica a un muchacho joven, que la mayor parte del tiempo está dentro de un terreno de béisbol, pero que gusta de distraerse cuando tiene la oportunidad de compartir con sus amigos y familia.
Ver televisión y disfrutar de algunos partidos de fútbol forman parte de su rutina cuando no entrena, pero en su itinerario siempre está el estadio de la localidad que lo vio nacer, donde inició todo.
“Tengo que ir cada vez que voy a mi casa, fue allí donde comencé a cumplir sueños y si no voy me siento incompleto. Ya sea a conversar con mis amigos, a sentarme sencillamente a refrescar, pero estar en ese terreno no puede faltar”.
Cuadrito nunca se desliga del béisbol y la evaluación de cada sesión de entrenamiento es una de las rutinas que practica sin falta. Los días de descanso son relativos, sobre todo ahora. “Siempre antes de bañarme hago mis ejercicios, swings y otras técnicas que me mantienen en forma. Así no pierdo el día porque si uno quiere lograr los sueños tiene que trabajar.
“Yo sé que el camino no ha sido fácil y no lo será, pero me enfoco en lo que deseo, tengo disciplina y veo claras las metas a las que quiero llegar. La vía idónea para eso está en el entrenamiento, en escuchar los consejos de los que tienen más experiencia, ya sean los profesores o los compañeros.
“Sé que hay muchos jugadores consagrados y talentosos, pero también sé que algún día voy a jugar regular y lo haré bien, estoy preparado para eso. La clave está en no rendirse”.