La asamblea del plan de la economía no puede ser un acto formal

Por más deseos, llamados e invocaciones del movimiento sindical cubano, y del propio Estado, en no pocos lugares continúa siendo un acto puramente formal la asamblea de presentación del Plan de la Economía y el Presupuesto, desarrollado del 17 de enero último al próximo 31 de marzo.

Lo cierto es que el considerado más relevante proceso político de los colectivos laborales está lejos de ser un verdadero ejercicio de participación, donde se comprometa a los empleados a convertir en un momento supremo la transformación de la materia prima en bienes o en la prestación de los servicios.

La  misma euforia que provoca el día del pago del salario o un partido de pelota, debiera sentirse por la llegada de estas asambleas. Sabemos que no es así. Por más que duela, hay que admitirlo. Todavía demasiados puntos en contra malogran ese imprescindible diálogo trabajadores-administración que debe producirse tras la presentación de las cifras del plan de la economía en cualquier sitio donde se genere el más mínimo de los artículos o se brinde servicios.

Que a estas reuniones le falten encanto, atractivo o sentido utilitario compete, en primer lugar a la administración, a quien más conviene tener de su lado a los hacedores de los bienes o a los que darán el servicio. Pero ya sabemos que en no pocos colectivos los directores atiborran los informes de explicaciones inentendibles o son los primeros en decir que «la cosa está mala este año» por la falta de materia prima o tales o más cuales limitaciones.

Por otro lado están los propios trabajadores, que no siempre reconocen la relevancia de las asambleas del plan de la economía y el presupuesto, un momento donde deben aprovechar para saber con qué concretarán las metas y cómo será el aseguramiento salarial, la distribución de las utilidades, qué destino se les dará a estas ganancias y si se aplicará o no el pago por alto desempeño.

A la hora de hablar de estas asambleas, un rol sin igual le toca al Sindicato, un espacio donde la organización en la base debe aprovechar para lucirse a lo grande, no solo en esa misión de movilizar a los afiliados, de motivarlos al diálogo, sino de comprometerlos a trabajar, a cuidar la materia prima, a cumplir los planes, porque de ahí depende la calidad de la vida colectiva y la propia.

Sin embargo, todavía se realizan estos encuentros en horarios inadecuados, sin suficiente divulgación. Yo misma he recorrido centros donde ni una sola propaganda avisa de los mismos y, como si fuera poco, los preguntados ignoraban la fecha de las reuniones. Algo así le resta puntos a estas convocatorias y la desaprueba.

La asamblea como acontecimiento, que no termina el día de su realización, sino que se extiende durante el año a base del control día a día de los planes, debe ser el propósito, la meta que se cruce en cada uno de los más de cuatro mil colectivos laborales de Matanzas, sobre todo en los 29 que concluyeron con pérdida económica en el año 2021.

Que ello sea posible mucho depende de cuánto se pueda hacer por convertir a esta en la provincia más productiva del país, en medio de una crisis sostenida por el bloqueo, la Covid-19 y un factor tan nocivo como la ineficiencia.

Mucha materia prima, esa que se consigue poniéndole corazón a las cosas, necesitan las asambleas del plan de la economía y el presupuesto, para que trasciendan como el proceso político más importante de los colectivos laborales y ayuden a que Matanzas sea próspera, las ofertas superen la demanda, bajen los altos precios y la vida recobre poco a poco esa normalidad de saber que el salario, al fin, tiene capacidad de compra.

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