Con su andar a pie de más de 800 kilómetros, Omar Quintero Monte de Oca pretende cumplir una promesa que realizara por la salud de uno de sus hijos.
«Dicen que ahora apenas la gente abre Internet y el único que sale soy yo, en el mundo entero. Mi teléfono tiene 2G, por eso ni subo fotos; y cuando abro me siguen saliendo cosas de cuando estaba en La Habana». Una entrevista a Omar Quintero Montes de Oca ya no necesita introducción. Este hombre, de 56 años, sabe que le llaman el «Pagador de Promesas» o el «Señor del carrito», y quizá no tenga plena conciencia de cuánta fe transmite a quienes le piden un abrazo.
Los casi 500 kilómetros que ya lo separan de su casa en Los Pocitos, Marianao, desde donde salió el 15 de enero pasado, a las 5:50 de la mañana, con 11 mil pesos, lo ubicaron a las 8:00 de la noche del 9 de febrero en Ciego de Ávila. Entre la multitud que lo esperaba, también a esa hora, asegura que apenas probó la comida.
ꟷ Me da pena con la gente que llevan rato esperando para verme.
ꟷ Pero tiene que alimentarse ꟷ le digo.
ꟷ Yo voy por aquí gracias al pueblo, ¡qué va, tengo que verlos!
Omar se encuentra aquí debido a una promesa que realizara por su hijo Lázaro Quintero Bermúdez, de 36 años, y a quien hace 11 le diagnosticaron un cáncer que reduciría su vida -en ese momento- a no más de 12 meses.
«Mi hijo es enfermero, trabajó en el SIUM, y producto de un tumor en el mediastino entró en coma. Nos daban tres partes diarios y cada vez estaba peor. Yo no tuve una imagen de la Virgen ni nada. Ella no se me apareció, sino que en uno de esos desesperos salí del hospital, miré al cielo y le pedí a Dios y a ella para que salvaran a mi hijito. Ahí prometí hacer esto si él sobrevivía».
Desde entonces, Lázaro mejoró la salud y, aunque tiene secuelas, entró en un proceso de recuperación. El tumor sigue en el lugar, asegura su padre, porque lo operaron, pero los médicos no pudieron extraerlo. «Él tiene sus recaídas, apenas duerme y cuando lo hace tiene que estar sentado; a veces pierde el apetito, o come y le cae mal la comida; también le da mucha falta de aire».
Además del hijo protagonista de su promesa, Omar refiere que tiene otro que vive en Estados Unidos y es Testigo de Jehová. «Vino a Cuba dos días después de yo salir para acá. Le trajo unas cositas al hermano, supo de lo que estoy haciendo y todavía ni me ha llamado».
La vida le premió con un hijo de crianza. «Yo soy su padre. Vive en Las Tunas y allá está esperándome». También convive con la felicidad de sus cuatro nietos, dos de Lázaro y otros dos del que vive fuera del país.
Día cero para una promesa
Omar arrastra un carrito blanco y rojo de tres ruedas que él mismo construyó para cuidar la imagen de la patrona de Cuba (hecha de calamina, y que le regalara una tía). El vehículo tiene pintado el lugar de origen y destino, así como el nombre completo de su hijo enfermo.
En un inicio, su propósito fue llegar a la Basílica Santuario Nacional de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, en Santiago de Cuba, en un mes y una semana, aproximadamente, «pero con esto que sucede con el recibimiento en cada pueblo ni sé decirte. Mi familia ya está preparada porque me voy a demorar más y hoy hablé con mi jefe del trabajo…».
ꟷ ¿Cuándo decides entonces cumplir con la promesa?
ꟷ Pensé hacer este trayecto en 2021, sin embargo, todo estaba cerrado por la pandemia. Nunca dije nada hasta ahora, me lo tenía callado. Solo lo supo un amigo que falleció. A mediados de diciembre último es cuando decido contarlo. Mi hijo Lázaro quería acompañarme, él fue a mi casa y me dijo “papá tú estás jodido, eres hipertenso y tienes una hernia discal”.
Estos achaques le hacen pedir unos minutos de descanso en el Centro de Ahumados, ubicado en 19 y B, municipio Plaza de la Revolución, en la capital del país, donde labora como hornero desde hace 14 años.
«Ahí me quejo mucho porque a veces los dolores me matan, y tengo que decirle a mis ayudantes que voy a sentarme un rato. Pero créeme, mijo, desde que salí de La Habana ni un día me ha dolido esa hernia. Solo en la entrada de Jatibonico y cuando llegué aquí a Ciego de Ávila, porque ese para y arranca fue una sobrecarga para mí».
Su primer descanso, tras salir de la capital, fue en San José de las Lajas, el tramo más largo que ha recorrido en un día: «De Placetas para acá camino de 10 a 12 kilómetros, cuando más 15; de Guayacanes salí hasta Ciego de Ávila, que son como 20 km».
«Me hice famoso por las redes sociales, precisamente, a partir de Placetas, porque antes yo era un caminante normal; nadie se hacía fotos conmigo, y dormía en las paradas de guaguas o portales de bodegas. Hubo personas que se acercaron a preguntarme, pero no como ahora», asegura sin encontrar una explicación a lo que le está sucediendo.
«A estas alturas tengo como 20 mil pesos de saldo en el teléfono y ni sé quién lo ha puesto. En WhatsApp más 300 mensajes. Y 260 SMS. Sin contar los que ya he leído», dice mientras quita el modo avión del celular para dar paso a infinitas notificaciones y llamadas que procede a colgar: «Tengo que mantenerlo así, sino ni avanzo ni atiendo a la gente».
Lluvia de bendiciones
Relata Omar que en el Número 1 (a 5 km de Ciego de Ávila) se le acercó un hombre para pedirle el favor de llevarle a El Cobre un muñequito de su niño que estaba ingresado y listo para una operación.
«Estando ahí me sentí muy cansado y pensé pasar la noche en ese lugar. Luego vino el hombre, otra vez, para darme una buena noticia: acababa de regresar de Ciego y los cirujanos le dijeron que no iban a operar al niño, que estaba fuera de peligro.
«Eso a mí me dio tanta, tanta alegría, motivación y fe que hablé con los muchachos que andaban conmigo para seguir. “¿Tú estás seguro?”, me preguntaron. “Vamos pa´ Ciego. Hasta Ciego no paro”. Arrancamos para acá y entramos aquí bajo lluvia. Eso fue una bendición de esta ciudad y creo que la merecía».
ꟷ Le han regalado muchísimas cosas, ¿qué no esperó nunca?
ꟷ Jamás pensé que me fueran a regalar tanto dinero. Nunca pedí eso. La gente me lo da para ayudarme, o no sé, la verdad es que no sé. Hay personas que me han dado 20 o 50 pesos, allá por Perico me dieron 100 dólares americanos. ¡Son como 10 mil pesos cubanos! ¡Y de una sola persona! “Mi hermano, eso es mucho dinero”, le dije, y él insistió.
Sin embargo, Omar considera que nada de lo anterior le pertenece y retribuye en donaciones todo el cariño que recibe cada segundo: 100 000 pesos para la Salud Pública; y en Jatibonico, 6 000 destinados a la Escuela Especial y 5 000 al Asilo de Ancianos; 3 000 a un niño autista; 10 000 a la Virgen de Guayacanes para su reparación; en Ciego de Ávila, 6 000 a la Casa de Niños sin Amparo Familiar y 8 000 a la Catedral avileña. «¡Y voy a seguir donando! Ese dinero es del pueblo y al pueblo va, pero en obras de caridad».
Y en Sancti Spíritus dejó dos sacos llenos de galleticas, sorbetos, refrescos, agua mineral… todo deberá entregarse en la Escuela Especial de ese territorio.
«A mí me han regalado, por ejemplo, dulces, y al momento se los doy a niños que he tenido cerca. Espero que las personas no se pongan bravas conmigo por compartir lo que me dan. Y si durante el camino que me queda veo a alguien que le haga falta un pulóver, un pantalón o un abrigo, se lo doy también. Es que me nace ser así porque en La Habana no tengo posición alguna, soy un trabajador más. También me dicen que tengo que guardar dinero para la recuperación de mi hijo, porque él no trabaja producto a la enfermedad».
ꟷ Fuma mucho por lo que veoꟷ infiero una respuesta sin cuestionarle, al ver que enciende el tercer cigarro durante el transcurso de la entrevista.
ꟷ Uuuuuh… muchísimo. Café también. Y no tengo ni acidez en el estómago.
ꟷ ¿Y toma bebidas alcohólicas?
ꟷ Un día de fiesta. Cuando llegue a La Habana sí voy a sentarme con mi hijito Lázaro que está loco por tomarse una cerveza conmigo. Antes de salir para acá íbamos a hacer una comidita, mas no pudo ser porque él se sentía mal. Entonces bebo un poco los 4 de octubre, que es mi cumpleaños, y los fines de año. Tomador no soy.
Ciego de Ávila acompaña
«Me dijeron que en Camagüey me van a entregar un paquete y dinero que mandó de Noruega una gente que yo no conozco. ¡Imagínate! Y me tienen un pulóver con la foto de mi hijo. Aquí me regalaron uno blanco con la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, que es con el que me voy puesto mañana».
Y así fue, el 10 de febrero Omar se despidió de los avileños. Su fe, perseverancia, optimismo y, por sobre todas las cosas, amor hacia su hijo, le acercan cada vez más al sagrado destino, no sin antes recordar que «el pueblo me ha motivado lo que nunca esperé, son un impulso y ahora tengo más fe que cuando salí de mi casa. No merezco tanto».
Tomado de la Revista Alma Mater

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