El Amor en los tiempos de Twitter

Qué difícil amar cuando cada paso es una amenaza. Qué difícil, si cada palabra puede convertirse en una bala y cada clic lleva en sí el filo de una navaja.
Sin embargo, hay quien se atreve. Existe quien abre su alma, aún a riesgo de exponerse, de caer en el humano error.

Para Cuba lo hacen todo más difícil, incluso el mismo acto de entrega. Las lenguas ponzoñosas quieren arrastrar la más elevada acción hasta el lodo donde ellas habitan, en la oscuridad de la desidia y la falsedad. Pero Revolución significa amor. Se trata de amar, en los tiempos del odio.

Hoy, manos sin rostro critican cada acción del gobierno cubano y sus dirigentes. Hurgan en los rincones de su vida privada, buscando el punto débil hacia donde se debe dirigir el ataque. La bajeza no tiene límites. El fin justifica los medios.

No es, como dicen, sinónimo de transparencia, sino del amarillismo capitalista que quieren exportar a Cuba. ¿Que hay una guerra? No importa, un artista acaba de abofetear a otro en la alfombra roja. “Mira hacia allí y olvida que asesinamos e invadimos otro rincón del mundo”, dicen desde Washington.
Para ellos, el capitalismo es la gloria. Se ahogan en la marea de productos, con el pecho vacío. Nosotros sí sabemos de sacrificio, de emoción. No puede concebirse un proyecto social tan magno como este sin poner en el centro al ser humano, a su capacidad de crear y querer.

Cuba toda es una obra de amor. Desde Fidel, Raúl y Díaz-Canel, hasta el último revolucionario de corazón que ande por las calles de la Isla. Y también fuera de ella, ¿por qué no?

Allá quién se aferre al calcinado rostro del odio, a veces disimulado en la fría indiferencia o en la banal burla. El camino está trazado. Con el corazón henchido hemos llegado hasta aquí. Con él seguiremos avanzando.

Por cada palabra de desaliento nacerán mil más de fuerza. Florecerán entre las piedras, romperán los cimientos de la rabia.

Cuba crece cada día. Vive, en el afecto de sus hijos. Lucha, a veces tropieza, pero se levanta. Es tarea de todos seguir llevando el país sobre los hombros, con la gratitud de sabernos acogidos en su gentil regazo. “El sol quema con la misma luz con que alumbra ꟷescribió el Apóstolꟷ. El sol tiene manchas. Los agradecidos ven la luz. Los desagradecidos ven las manchas”.

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