Cada día somos testigos de la poderosa y pegadiza vibra que emana de lo más profundo del corazón de la música cubana. No es sorpresa entonces que gran parte de esa magia provenga de la amplísima gama de exponentes y géneros de los que goza el espectro musical de nuestra Isla caribeña.
Entre esas figuras que destacan y continúan siendo protagonistas de nuestra cultura podemos encontrar a quien, pese a llamarse Máximo Francisco Repilado Muñoz, la historia recuerda como Compay Segundo, uno de los más representativos ejemplos de la trova, el son y el bolero en nuestro país.
Este magistral clarinetista, cantante, compositor y guitarrista nació en Siboney, Santiago de Cuba el 18 de noviembre de 1907 en el seno de una familia de humildes campesinos, que tras el despido del padre del ferrocarril se trasladó a la ciudad santiaguera y Repilado, pese a comenzar a ganarse la vida como barbero, encontró en la música el mayor placer de su existencia.
Como heredero del hábito de fumar de su abuela fallecida a los 115 años, Máximo Francisco aprendió el oficio de torcedor de tabacos y apoyó en su casa laborando en la fábrica de habanos Montecristo, a la vez que junto a la joven mandolinista y violinista Noemí Toro, conoció las particularidades del pentagrama en las clases de solfeo y vislumbró en el clarinete, la guitarra y el tres cubano todo un vasto universo de posibilidades, al punto de inventar su propio instrumento, el armónico, una guitarra de siete cuerdas, con la singularidad de que una de estas repetía la nota sol.
Además de integrar el sexteto Los Seis Ases desde edad temprana, a los 15 años ingresó en la Banda Municipal de Santiago de Cuba, actividad que le permitía cantar y componer sones, a la vez que le aseguraba un sueldo. Ya para 1922, época en la que comenzó a relacionarse con intérpretes como Sindo Garay y Ñico Saquito, nació Yo vengo aquí, su primera composición, dedicada a una muchacha de la que se había enamorado.
Formó parte del cuarteto Cubanacán, la plataforma de lanzamiento que permitió que después trabajase con el quinteto Cuban Stars, dirigido por Ñico Saquito y se desempeñó, además, como clarinetista en la Banda de Bomberos de Regla, integró el cuarteto Hatuey en 1938 junto a los intérpretes Lorenzo Hierrezuelo, Marcelino Guerra Rapindey y Evelio Machín, con quienes despuntó una fecunda estancia en México, donde llegaron a formar parte de películas como Tierra brava y México lindo y querido y, a su regreso, descolló su talento como clarinetista junto al famoso conjunto liderado por Miguel Matamoros, a la vez que acompañó al mítico Bárbaro del Ritmo, Benny Moré en los escenarios.
En 1949 junto a su compañero del cuarteto Hatuey, Lorenzo Hierrezuelo, también guitarrista y antiguo vecino de Repilado en su ciudad natal, fundó el dúo Los Compadres, originado para rescatar los sones de su tierra oriental, la llamada música de monte adentro. Como entre voces, Hierrezuelo fungía como la primera y Repilado la segunda, a la vez que tocaba el armónico, Máximo Francisco Repilado Muñoz quedó inmortalizado como Compay Segundo.
Toda una travesía dorada atravesó la música cubana gracias a temas como Mi son oriental, Macusa, Los barrios de Santiago, Yo canto en el llano, Huellas del pasado, Hey caramba, Vicenta o Sarandonga, que catapultaron a Los Compadres al éxito, al menos hasta 1955, cuando una agria ruptura entre ambos intérpretes separó sus caminos y Repilado renació en la década del 80 con Compay Segundo y sus Muchachos, donde junto a cantantes como Carlos Embale, Pío Leyva, Julio Alberto y Benito Suárez y dos de sus cinco hijos, Salvador y Basilio, el conjunto ganó popularidad gracias a sus presentaciones en la capital de la Isla, Guadalupe, Trinidad y Tobago, así como en Estados Unidos, España, Inglaterra, Suiza, Italia, Francia y demás países europeos e islas caribeñas.
Caben citar sus presentaciones en el festival Tras la semilla, dedicado al son y al flamenco, en Sevilla, donde entre otros, actuó junto a Chano Lobato y Juan Habichuela y compartió con la popular cantante Lolita, así como en ciudades norteamericanas como Miami y Washington D.C., donde fue invitado especial al Festival de Culturas Tradicionales Americanas, auspiciado por el Instituto Smithsonian de esta ciudad.
Continuó sus giras por Latinoamérica y Europa, donde gracias a temas como Chan Chan (el más famoso de su repertorio) o Saludos Compay, el mundo lo reconoció por la gravedad y redondez de su voz y la caribeña raíz de sus sones, guarachas, boleros y canciones, que por su irresistible contagiosidad hicieron bailar a cada uno de sus espectadores y Compay Segundo se consolidó como símbolo y carta de identificación para la música cubana.
1998 fue un año inolvidable para Compay Segundo. La llegada a La Habana de Ry Cooder, guitarrista que musicalizó la película París, Texas, de Wim Wenders, en 1984, ideó y produjo el disco Buena Vista Social Club, que agrupó a los gigantes de la música cubana para materializar un fonograma que no solo devino resurrección para viejas celebridades como Omara Portuondo, Rubén González, Ibrahim Ferrer, Pío Leyva, Eliades Ochoa y el propio Compay, sino que se convirtió en un fenómeno de ventas mundial, obtuvo el Premio Grammy de Música e inspiró al propio Wenders para, a modo de documental, retratar a los protagonistas de la banda contando sus experiencias mientras paseaban las calles capitalinas y evidenciando la energía y pasión de estos, así como sus ingentes aportes a la cultura y música cubanas.
En abril de 2002 compartió escenario en el Palacio de los Congresos de París, Francia, con el también destacado sonero Adalberto Alvarez en un concierto homenaje a la contribución sonora de Cuba en el aniversario 20 de la fundación de Radio Latina. Asimismo en el propio año, la ciudad italiana de Niza lo declaró Hijo Ilustre.
En sus últimos años Compay Segundo se codeó con la gloria musical y discos como Lo mejor de la vida, Calle Salud, Las flores de la vida o Duets consagraron su maestría y destreza en el universo sonoro. Precisamente en Duets, compartió junto a Cesaria Evora, Charles Aznavour y Antonio Banderas, así como con artistas como Pablo Milanés, Raimundo Amador, Santiago Auserón, entre otros.
Compay sufría de insuficiencia renal y desajuste agudo del metabolismo y, desafortunadamente, su estado de salud empeoró repentinamente, hasta fallecer por un ataque cardíaco el 14 de julio de 2003 en el barrio de Miramar, ocho kilómetros al oeste de La Habana Vieja.
Agonizó ese día quien ostentaba el prestigioso Águila de Cristal, reconocimiento a él entregado por el Gobierno de Francia, el Sello de Laureado, máxima condecoración del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura por la obra de la vida, así como la Orden Félix Varela, la Medalla de la Lucha contra Bandidos, el antes mencionado Grammy por el disco Buena Vista Social Club, un amplísimo repertorio de más de un centenar de canciones, el orgullo de convertir a la música tradicional cubana en un masivo fenómeno cultural y la excelsitud de hallarse en la élite de las más ilustres e imperecederas glorias musicales tanto dentro como fuera de la mayor de las Antillas.

Periodista en Radio Victoria de Girón
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