Este cuatro de agosto se cumplen 182 años del natalicio de Calixto García Iñiguez, y para la ocasión se ha previsto una jornada de homenaje a ese insigne patriota holguinero, que legó para la posteridad ese axioma que constituye un compromiso de honor para todos los cubanos: “o libres para siempre o batallando siempre para ser libres.
El cuatro de agosto de 1839 nació este insigne prócer independentista, en una vivienda ubicada en el casco histórico de la ciudad de Holguín, hoy convertida en monumento nacional y museo que atesora una síntesis de su vida y obra dedicada la causa libertaria de Cuba.
Cuentan que en el momento del nacimiento pasaba frente a la vivienda una tropa española acompañada de una banda militar. Doña Lucía Íñiguez, su progenitora, dijo entonces a las personas que le rodeaban: “este muchacho será militar, porque ha nacido oyendo tambores y cornetas”.
Esa premonición se hizo realidad porque Calixto fue un extraordinario estratega militar, genio guerrero, y patriota que prestó una brillante hoja de servicios en las filas del Ejército Libertado Cubano, del cual llegó a ostentar el grado de Mayor General y Lugarteniente General a la muerte de Antonio Maceo.
Tenía 29 años cuando se produjo el alzamiento de La Demajagua, el 10 de octubre de 1868, y de inmediato reunió a un grupo de hombres que estaban comprometidos con él y marchó con su novato escuadrón a ponerse a las órdenes de Donato Mármol.
Durante la Guerra de los 10 Años protagonizó combates de gran relevancia, entre los que sobresalieron el ataque a Jiguaní el 18 de octubre de 1871, el de Holguín el 19 de diciembre de 1872, y el de Manzanillo el 10 de noviembre de 1873.
El seis de septiembre de 1874, en San Antonio de Bajá, apenas a dos leguas de Veguitas, el jefe insurrecto fue sorprendido por una columna española y luego de heroica resistencia intentó suicidarse y cayó herido en manos del enemigo.
Como trofeo de guerra, el Mayor General estuvo marcado a partir de entonces por una cicatriz en la frente, ocasionada por el disparo de revólver, que a decir de un poeta holguinero significaba “lucir bien alta su herida estrella que exalta el coraje de esta tierra”.
Después sería el máximo organizador de la llamada “Guerra Chiquita”, en la que en contra de su voluntad se vio obligado a capitular tras sufrir numerosas penalidades, privaciones y desengaños.
Cuando Martí se dirigió a Calixto durante los trajines para desencadenar la guerra de 1895, encontró en él al patriota a toda prueba. En esa contienda alcanzó grandes glorias y méritos militares, que consolidaron su ejemplo imperecedero de autoridad y prestigio.
El 11 de diciembre de 1898, mientras cumplía una misión patriótica en los Estados Unidos de América, la muerte sorprendió a Calixto García Iñiguez. Ni siquiera un hombre de tan excepcionales méritos tuvo como póstumo homenaje la posibilidad de ser enterrado según la voluntad y el deseo de su pueblo. A ello se opusieron las fuerzas de ocupación militar estadounidense, en contubernio con las autoridades cubanas.
El entierro cubano de Calixto que pidió Doña Lucía Iñiguez, tendría lugar muchos años después, el 11 de diciembre de 1980, cuando la ciudad que lo vio nacer, acogió sus restos mortales, que descansan por siempre en la Plaza de la Revolución que lleva su nombre, en la ciudad de Holguín.

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