Baraguá: La grandeza de un Titán

Mermaba veloz el prestigio de su país. Inminente se avizoraba el colapso. Pero él estaba ahí para revertir la situación. Solo él era capaz de mantener sobre Cuba el dominio de España y no dejaría a nadie arrebatárselo. Cabeza fría, maquinando, calculando… Nueve años de combate previo ya pasaban factura al pueblo cubano. El desgaste y el cansancio jugaban en su contra. Escaseaban alimentos, suministros, apoyo del exterior, medinas… La unidad revolucionaria sumaba detractores que agrietaban su recorrido. La situación le era beneficiosa y no podía perder la oportunidad de obtener la rendición de los cubanos, por muy angustiosa o no que fuera esta para ellos.

Así inició Arsenio Martínez Campos su proceso de pacificación en Cuba, ganando adeptos a los que prometió la paz y el desagravio económico nacional pero sin independencia ni abolición de la esclavitud. Su accionar se consolidó entonces el 10 de febrero de 1878 cuando, valiéndose de artimañas político-ideológicas y sacando partido de la decadencia física de los luchadores cubanos, firmó el aún bochornoso Pacto del Zanjón. Con esa estrategia, el destino de Cuba pertenecía a España y la ofensiva militar ibérica fortalecería sus filas mientras la independencia de Cuba pendía de un hilo.

Todo iba sobre ruedas para el General en Jefe español en su pertinaz anhelo de reducir a cenizas una década de cruento bregar, pero la soberbia militar con que privaba de libertad a una Isla renuente a soportar el yugo colonial, le fue arrebatada decorosamente por un joven titán santiaguero henchido de sangre mambí y estirpe libertaria el distinguido 15 de marzo de 1878 en la oriental Mangos de Baraguá.

Bien conocía Martínez Campos el creciente recorrido del insurgente Antonio Maceo pero siempre se creyó superior a él. Redundantes y embusteras sus adulaciones al mambí esperaban un servil consentimiento que, para su sorpresa y desconcierto, le llegó transformado en rotunda negación.

Maceo no estaba solo en su hazaña. Conformaban su hueste, entre otros, su hermano José Maceo, Félix Figueredo, Guillermo Moncada, Fernando Figueredo, Flor Crombet, Silverio del Prado, Modesto Fonseca, Leonardo del Mármol y Manuel Calvar. Y poco importaron las razas aquel marzo del 78. Esa esclavitud que Campos aspiraba mantener, otra vez era echada por tierra por blancos, negros, mulatos libres y ex-esclavos allí congregados como uno solo, así como cuando Céspedes 10 años antes proclamaba la libertad y la causa independentista como móviles centrales para lograr la victoria.

La hidalguía, intransigencia militar y coraje de ese grupo de hombres comandados por el Titán de Bronce contra el Pacto del Zanjón constituye referente para todas las generaciones de cubanos que, en admiración y evocación a sus protagonistas, extrapolan el decoro y fidelidad patrios hacia la vanguardia revolucionaria cubana porque aquella espada que dejamos caer en un doloroso Zanjón, aún la ensalzamos con un Baraguá digno, ilustre y eterno.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

30 − = 22
Powered by MathCaptcha